Columna de Alma D. Murillo: Pájaros en la cabeza

¿Y si tener pájaros en la cabeza entraña un regalo, el de la sensibilidad creadora?

  • 24 ene 2024

A ese lugar tienes que llegar dispuesta al delirio. A una estampida de fotos, comilonas, envidias, críticas arteras, amor a los libros, entrañables amigos de una madrugada de derroche.

A una oleada de adolescentes que gritan y abrazan la publicación de su tiktoker favorito mientras tú confirmas que de la mitad del mundo ya no entiendes nada.

Con todo, cada tanto, el corazón da un vuelco cuando en una sala abarrotada la gente cuenta cómo una novela de Bolaño o de Garro o el testimonio de Viktor Frankl les cambió la vida, y vuelves a creer que esto vale la pena.Así son las ferias de libros.

La de Guadalajara de este año reunió a más de 800 mil personas. Todo puede pasar con semejante descarga de humanidad en un mismo sitio.

Una de las mañanas que estuve ahí, me invitaron a una preparatoria pública en otro municipio, prácticamente sobre la carretera; durante el camino escuché una llamada del director del plantel intentando resolver la emergencia de un chico que trató de meter alcohol en una cantimplora a la feria con el consabido caos, guardias de seguridad y bueno, tener 15 años.

Pero la cosa era más profunda, porque tener 15 años y vivir en el estado de Jalisco que vive tomado por el narco -ahí están sus más de 140 fosas clandestinas- y ser hijo de una madre sola, es bordear el abismo.

Cuando llegamos a la escuela un puñado de jóvenes me escucharon con una atención inaudita para su edad, mi relato de superviviente de Ecatepec (otro páramo de maravillas) resonaba en ellos.

Noté una población estudiantil mayoritariamente femenina, bastaron dos gestos del personal para entender el motivo por el que los varones asisten cada vez menos: la violencia los devora.

Al despedirme abracé tanto a maestras desesperadas por la impotencia como a alumnas que con tres palabras me resumieron sus crisis, la sensación de que no hay futuro. Y supe que el chico que intentaba meter alcohol clandestinamente tiene un tema psiquiátrico y está bajo tratamiento médico.

Cuando llegó la noche compartí en un auditorio con otras escritoras y escritores sobre nuestra experiencia lectora. Un señor escritor, muy señor y muy escritor, vociferaba sobre lo mal que le parece eso de “tener pájaros en la cabeza”, echando una regañina contra las crisis emocionales, “yo no conozco la depresión, lo que empiezo lo termino” en tono marcial y otros etcéteras rígidos pronunciados con euforia en un claro desprecio por quienes sí tienen pájaros en la cabeza.

Yo pensé en el muchacho de la mañana, en las chicas de 15 años que me miraban desde la ansiedad y la confusión, en la que lloró cuando me contó hablando bajito lo que le pasaba.

Pero pensé también en Virginia Woolf y sus pájaros que hablaban griego a decir de Septimus Warren en “La señora Dalloway”, ese sobrecogedor personaje creado por ella tan magistralmente porque Virginia también conocía las voces de los pájaros.

Y en Nikola Tesla, otro que sabía de pájaros y que atendió palomas heridas que llevaba de Central Park a su habitación de hotel hasta el último de sus días.

Recuerdo los versos de Pessoa donde asegura que no cree en Dios pero que si Dios es las flores y los árboles. entonces cree en él y su vida es una comunión por los ojos y por los oídos.

Además lo dice en voz de Alberto Caeiro, uno de sus más de 70 heterónimos, ¿tendría pájaros en la cabeza Pessoa?¿Y si tener pájaros en la cabeza entraña un regalo, el de la sensibilidad creadora?Ya puestos a hablar de aves merodeando neuronas, no puedo dejar de mencionar a mi preferido: Alonso Quijano.

Suelo imaginarlo en la feria del libro, ¿vería el Caballero de la Triste Figura en esos 800 mil asistentes a un ejército para conquistar este y otros mundos a punta de páginas de libro voladoras?

Un ejército en manos del caballero derrotado le daría más humanidad a la humanidad que esas mismas filas al mando de Vladímir Putin.

Que necesitaba decir esto: somos seres cíclicos y es diciembre, un mes final que a veces reverbera otros finales difíciles, que si tienes pájaros en la cabeza y sientes que no encajas en la vida con tus quince o tus quinientos años, da igual: de pronto todos somos pájaros perdidos y vagabundillos como los del poema de Tagore, pero a veces el mundo se detiene un momento y nos saluda. Que al menos yo te saludo, y te abrazo.

Alma Delia Murillo