Las nubes y la neblina lo han mantenido todo el día escondido; pero el sol tiene un trato inquebrantable con Casapueblo: regalarle a diario los más hermosos atardeceres.
A 13 kilómetros de Punta del Este, el artista Carlos Páez Vilaró construyó durante 35 años esta enorme “escultura habitable” —como él mismo la describió—, en la que acondicionó su hogar y taller, pero también montó un museo y un hotel.
Desde una de las terrazas se observa cómo el viento difumina las nubes que cubren el Río de la Plata. Los rayos del sol, que durante el día tímidamente coquetearon con el viajero, ahora poco a poco alcanzan su máximo esplendor.
Se iluminan las formas asimétricas y curvas de las paredes blancas, inspiradas en las casonas del Mediterráneo y en los nidos de los horneros, pájaros de la región que construyen sus hogares con barro, ramas y raíces en forma de esferas, indisociables del paisaje uruguayo.
El artista se enamoró en 1958 de este pedazo de tierra, localizado en Punta Ballena, sin importarleque se encontrara desolado, sin caminos, sin luz ni agua. Amigos y pescadores de la región le ayudaron a edificar el hogar en el que moriría, el 24 de febrerode 2014.
Sumó habitaciones como vagones a una locomotora; dejó que su imaginación guiara su espíritu constructor hasta lograr 13 pisos. “Solo el vuelo de los pájaros podría medir su dimensión”, dice una de las guías del museo sobre el tamaño del sitio.
La zona que fuera el hogar del uruguayo se mantiene inaccesible a los visitantes y por el hotel, de 70 habitaciones, solo pueden andar los huéspedes. Pero cualquiera puede recorrer los pasillos del Museo-Taller de Casapueblo Carlos Páez Vilaró, donde esculturas de madera y metal surgen como silenciosos centinelas.
Cada rincón lleva el nombre de alguna persona célebre y que fuera amigo de Páez, como Mario Vargas Llosa o José Luis Cuevas. También hay fotografías del uruguayo con Pablo Picasso, Salvador Dalí, Alexander Calder, Isabel Allende, Pelé, Shakira y Paulina Rubio.
En una de las seis salas del museo se proyecta el filme “Arte y Aventura”, en el que se aborda uno de los episodios más dolorosos que vivió el artista: La tragedia y el milagro de los Andes. El 13 de octubre de 1972 el avión en el que viajaba su hijo, Carlos Miguel, se estrelló en la cordillera.
El pintor siempre creyó que este había sobrevivido e impulsó, con éxito, su rescate y el de otros 15 sobrevivientes. De la trágica experiencia, años después, escribiría el libro Entre mi hijo y yo, la luna (Ambiente, 1982).
Las historias callan cuando el reloj marca las seis de la tarde. En los altavoces se escucha la voz Páez Vilaró. Recita la “Oda al Sol”. “... Es que vos, sol, sos el pan dorado de la mesa de los pobres. Desde mis terrazas te veo llegar cada tarde como un aro de fuego rodando a través de los años, puntual, infaltable, animando mi filosofía desde el día que soñé con levantar
Casapueblo...”, dice la grabación. Entonces, se entiende por qué el astro nunca falla a su cita con este rincón.