Sintió como si Dios le hubiese mandado ángeles uniformados cuando los policías de la delegación de Choloma llegaron a su habitación a rescatarla de su infierno. La joven Claudia Joseline Monterrey estaba con su verdugo al lado, ambos en ropa interior, en el momento en que los agentes irrumpieron en aquel nido de “amor” que para ella estaba hecho de espinas.
Ese hombre identificado como Franklin Antonio Lobo había estrangulado a la niña de tres meses, producto de sus relaciones, y ahora la tenía prácticamente secuestrada a ella para que no fuera a contar.
Hacía tres días que Lobo, un ayudante de bus, supuestamente drogado, agarró del cuello a la bebé por varias veces porque no paraba de llorar en aquel cuarto de alquiler del sector de Bijao. Mientras le apretaba el cuello le gritaba “callate, güirra hija de p... ya me tenés a p...”, luego la tiró como una muñeca contra la cama.
“Cuando la niña estaba agonizando salimos corriendo los dos para la casa del papá de Franklin y la niña se le murió en los brazos a él”, relató la madre al ser rescatada por la Policía el jueves en la noche.
El ayudante quiso aparentar que fue una muerte por enfermedad y hasta se mostró adolorido cuando la fueron a sepultar a la vecina comunidad de Río Blanquito. La madre, de 19 años, no solamente soportó la angustia de ver morir a su hija en manos de su compañero, sino también el posterior asedio del criminal que la seguía, incluso al baño cuando salía del cuarto, para que no se escapara de su control.
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“Perra, te voy a matar” la amenazaba porque, según él , solamente la madre sabía aquel secreto macabro, más no tomó en cuenta que aquel lunes, los gritos de la muerte trascendieron las puertas cerradas del apartamento y hubo alguien que tomó la determinación de denunciarlo en la delegación de Choloma.
Hasta los policías, acostumbrados a conocer tantos casos de crueldad, se conmovieron al escuchar el relato de la joven madre cuando por fin se encontró libre de su agresor, dijo el subinspector de investigación de Choloma, Obed Morazán, quien participó en la captura del supuesto parricida.
La madre le dijo a la Policía que su niña empezó a llorar el lunes 20 de abril a eso de las once de la noche, agobiada por un cólico y “le estuve dando el pepito y acetaminofén”.
Pero su marido, encolerizado porque la niña no paraba de llorar y no lo dejaba dormir, la agarró del cuello varias veces y la tiró violentamente contra la cama y la hamaca. “Él la ahorcó y también me golpeó. Me dijo que le dijera a la gente que la niña se había muerto de un mal de ojo”.
Para el subcomisionado Morazán, el tipo es un “diamante”, como llaman en el argot de la Policía a los delincuentes que brillan por su maldad.
Refirió que Lobo siempre caminaba pasado de drogas y que ya había sido despedido de otra empresa de transporte por haber empujado a una pasajera solo porque no terminaba de llegar a su asiento.
Su crueldad quedó al descubierto cuando un testigo protegido relató, casi llorando, todo lo que hizo sufrir a su mujer después de matar a la bebé frente a ella y a otro niño de dos años, hijo de la pareja.
Morazán cree que si la Policía no hubiera llegado a tiempo, Claudia Joseline pudo haber corrido la misma suerte de la niña porque el hombre cada vez estaba más enloquecido por la marihuana que fuma desde que tenía nueve años.
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