“Nunca lo voy a olvidar, lo quiero mucho, papito; vamos a salir adelante por usted”, decía una de las hijas de Francisco Murcia mientras el cuerpo de su padre era sepultado en el cementerio Los Laureles del sector Rivera Hernández.
El llanto se escuchaba en varias zonas de ese camposanto, pues a eso de las 10.30 de la mañana empezaron a enterrar a cuatro, de las 14 víctimas de la masacre ocurrida en el campo de fútbol de la colonia Felipe Zelaya el pasado sábado por la tarde.
Doña María Magdalena Caballero nunca olvidará el primero de noviembre, pues ese día vio por última vez y en un ataúd el cuerpo de su hijo menor José Danilo Acosta Caballero, 24.
“Capullo”, como le decía su familia y amigos, asistía a la Iglesia Bautista y era un muchacho trabajador según sus conocidos.
Deja tres hijos, entre ellos un bebé de apenas cuatro meses.
Para esta madre el dolor fue doble, pues ayer recordó que hace varios años su hijo mayor, Alex Enrique Caballero, murió a causa de una bala perdida.
“Tuve que tomarme unas pastillas y me inyectaron para poder estar en el entierro de otro de mis hijos. Sólo me queda un varón y tres hembras porque la violencia me ha llevado dos de mis hijitos”, expresó entre sollozos.
A pocos metros de José Danilo también era inhumado Héctor Antonio Murillo.
Al agricultor de 60 años lo despidió su esposa, su madre, sus hijos, nietos, amigos y vecinos.
Él asistía a la Iglesia Católica y también deja tres hijos.
“Por qué te pasó esto, cómo voy a hacer ahora”, expresaba Paula Domínguez, esposa del occiso que fue sepultado a las 11.15 de la mañana.
En el mismo camposanto era sepultado Francisco Murcia.
A las 11.35 de la mañana la familia de Fran, como le decían cariñosamente, le daba el último adiós en medio de las lágrimas y el dolor.
“No tienen perdón de Dios”
Minutos más tarde, a las 12 del mediodía los parientes, amigos y vecinos de José Luis Sagastume lo trasladaban de su casa, en la colonia Central de la Rivera Hernández, al mismo cementerio Los Laureles.
Sagastume tenía 24 años y era miembro activo de la iglesia Ebenezer.
“Lo que queremos es que se haga justicia. Que se aclaren estas muertes aunque nada me devolverá a mi hijo”, expresó don José Sagastume, padre de la víctima.
Dijo que su hijo no acostumbraba a ir al campo de fútbol porque pasaba su tiempo libre en la iglesia; sin embargo, esa tarde lo fueron a traer sus amigos y en bicicleta decidió irse.
“Él no pasaba en la cancha y sólo fue a encontrar la muerte”, señaló indignado don José.
José Luis era soltero, se dedicaba a la carpintería y le ayudaba a su familia con lo que ganaba en su trabajo.
“Lo que hicieron no tiene perdón de Dios ni de nadie.
Quiero que las autoridades empiecen a tomar las cosas en serio, no puede seguir corriendo la sangre de los inocentes”, manifestó don José.