Los cadáveres de tres niños hondureños fueron disputados ayer por sus familiares y la Policía salvadoreña, que pretendía hacer el reconocimiento respectivo.
Los cuerpecitos fueron encontrados el sábado por la mañana a tres millas náuticas del caserío El Chiquirín, de La Unión, Golfo de Fonseca, frente al cual naufragaron el pasado martes.
El primer cadáver recuperado, a las ocho de la mañana fue el de Derek Leonel Carvajal, de cuatro años. Lo encontraron policías de la División Turística.
Minutos después, parientes de los desaparecidos y pescadores unionenses recuperaron los cuerpos de Daniel Esaú Carvajal, de seis años, y Keyla Rivas, de la misma edad. Sacaron los cuerpos a tierra firme y los policías, fiscales y médicos forenses llegaron al sitio para inspeccionar los cuerpos.
Los ánimos de los pescadores estaban caldeados, porque sabían que la Fiscalía ordenaría que los cuerpos fueran llevados al Instituto de Medicina Legal, en San Miguel, en El Salvador, para practicarles las autopsias.
Tras concluir la inspección ocular de los cuerpos, fiscales y forenses tuvieron miedo de enfrentarse a la turba, y el subinspector policial Marco Tulio Perdomo se comprometió a sacar los cuerpos y llevarlos para cumplir la orden fiscal.
Pero cuando los policías subieron uno de los cuerpos a la patrulla, los pescadores y familiares de los niños fallecidos se opusieron.
El grupo alegó que los cuerpos tenían ya cinco días en el agua y que hacer el procedimiento retrasaría aún más inhumarlos, algo que querían hacer lo más pronto posible. De repente, se armó la gresca y los pescadores arrebataron los cuerpos a los policías, quienes ya habían subido uno a la patrulla.
Los padres de los otros dos menores optaron por llevar los cadáveres a las lanchas e inició el forcejeo. Pero los agentes, quienes eran sólo diez, no pudieron neutralizar al grupo de pescadores que sumaba unas 25 personas.
Hecho eso, los pescadores fueron hasta la patrulla y se llevaron el tercer cuerpo. Los familiares de los niños salieron rumbo a la isla El Tigre, la cual pertenece a Amapala.
El subinspector Perdomo, quien estaba a cargo del traslado de los cuerpos, se defendió diciendo: “Tratamos de negociar con ellos, pero como era una gran multitud, valoramos que no estaba bien usar otros medios”.