El Progreso
“Nos vemos pronto, te amo mi amor, ya pronto estaremos juntos”, ese fue el último mensaje enviado por el abogado Javier Bonilla a su esposa antes de morir deshidratado en el desierto de Texas cuando iba hacia Estados Unidos a reunirse con ella y su hijo.
Bonilla y su familia huyeron del país por el cobro de la extorsión que no podían pagar en su negocio de venta de comida que emprendieron en el barrio Las Acacias de El Progreso.
Stephanie Saravia, esposa de Javier Bonilla y también abogada de profesión, en una entrevista ayer vía teléfono desde Estados Unidos, relató que como pareja se vieron afectados por la pandemia.
1. Estudios de las Naciones Unidas revelan que alrededor de 60,000 hogares hondureños, al menos uno de sus integrantes fue víctima del desplazamiento forzado a causa de la violencia.
2. Además, los estudios señalan que hasta 2018, alrededor de 247,000 compatriotas habían experimentado ese flagelo, pero la cifra a esta fecha supera los 300,000 hondureños.
3. De acuerdo con los estudios de la ONU, el desplazamiento forzado se concentra en Cortés, Francisco Morazán, Olancho y Atlántida que suman el 76 % de los hogares desplazados.
“Ambos somos abogados y durante la pandemia todo había cerrado y para sacar adelante a nuestro hijo decidimos emprender y vendíamos comida desde nuestra casa y vendimos por cuatro años e hicimos bastantes clientes porque les gustaba nuestra comida”, dijo Saravia.
Tuvieron tres intentos fallidos para instalar su negocio llamada La Birriada, primero fue porque su esposo casi se muere por covid, el segundo porque a su mamá le diagnosticaron cáncer y tuvieron que operarla y hacerle quimioterapias y el último fue porque sufrieron un accidente automovilístico por lo cual perdieron todos los recursos para poner el restaurante.
“El año pasado oramos y le pedimos al señor la oportunidad de poner el negocio y lo instalamos el 14 de febrero, pero solo operamos dos meses porque el 12 de abril recibimos una nota de extorsión solicitándonos 200,000 lempiras a pagar en 48 horas y no teníamos nosotros porque recién estábamos haciendo la inversión”.
La abogada detalló que en la nota les advertían que si no pagaban “ya sabíamos las consecuencias de lo que nos iba a pasar y que ellos ya sabían exactamente la ubicación de nuestra casa y la del negocio y que incluso ya sabían con qué bufete trabajábamos nosotros”. Después comenzaron las llamadas “hostigantes y amenazantes donde nos decían que nos iban a matar a todos. En la última llamada que le hicieron a mi esposo le dijeron ponete a pensar en tu hijo”. Stephanie Saravia indicó que su hijo solo tiene cinco años.
El abogado luchó incansablemente para poder “traerse a mi hijo para acá (Estados Unidos) porque mi hijo es ciudadano americano. Yo lo tuve aquí en una emergencia, pues tuve complicaciones”.
Presidente rotario
En Migración le manifestaron que el niño no podía salir de Honduras hasta que tuviera un documento de emergencia y la “embajada de Estados Unidos nos ayudó por la emergencia que nosotros teníamos y me le dieron una cita inmediata para sacar el pasaporte del niño y traerlo para Estados Unidos”.
“Mi esposo no tenía visa, iba a tratar de sacarla porque era el presidente electo de los rotarios de El Progreso y era miembro de la Cámara de Comercio e Industrias de El Progreso”, expresó Saravia, quien señaló que mucha gente quería a su esposo, pues era bondadoso.
“Pero lastimosamente emprendió camino para acá (Estados Unidos), un camino lleno de mentiras, un camino donde la persona que los trajo los engañó a todos”, lamentó la esposa del infortunado profesional del derecho que actualmente era el vicepresidente del Club Rotario de El Progreso. Desde el 13 de junio, Stephanie perdió comunicación con su esposo y el último mensaje fue: “Nos vemos pronto, te amo mi amor, ya pronto estaremos juntos”.
La togada expresó que al no saber nada de su esposo contactó a todas las autoridades posibles en Estados Unidos y “llamé a todas las cárceles y a todos los lugares fronterizos y mandé correos exponiendo mi situación de emergencia y muchas autoridades no me contestaron”.
El lunes habló con una “señora de derechos humanos que estuvo pendiente de nuestro caso y me dio el número de teléfono de un comandante de apellido Esparza”. “Yo lo llamé, le pregunté: ‘comandante, mire que no sé nada de mi esposo hace 18 días y estoy angustiada’, y él me respondió que mi esposo no aparecía registrado en el sistema. Luego yo le dije: ‘comandante, dígame por favor si hay alguna persona que esté como desconocida’”.
Saravia manifestó que el comandante Esparza le manifestó: “Lo único que tenemos es un cuerpo y al darme las características me dijo que su tez era trigueña clara, anda una camisa negra, el pantalón lo cortó por el calor y anda unos tenis negros con gris que son Fila”. El último detalle que le dio el funcionario es que el fallecido andaba una cadenita de los rotarios, lo cual confirmaba que era su esposo.
