28/04/2024
12:58 AM

Historias y Leyendas de Honduras: El Juramento

Se habla es del juramento de Aníbal y Marcos, dos amigos inseparables que estaban juntos en las buenas y en las malas.

    Hay muchas historias que hablan de juramentos entre novios, esposos, amigos o familiares, del que más se habla es del juramento de Aníbal y Marcos, dos amigos inseparables que estaban juntos en las buenas y en las malas.

    Les gustaba la parranda y sobre todo las serenatas, ambos tenían buena voz para cantar, los amigos siempre los buscaban para llevar la música a sus novias en las noches estrelladas.

    Todos los serenateros o trovadores acostumbraban andar con un litro de aguardiente para tomarse sus tragos y afinar la voz, según ellos, además así agarraban inspiración para cantar como los ángeles. A Juanita le gustaba “Amorcito corazón”, a Rebeca “Incertidumbre”, a Paquita, “La rondalla”, a Betty, “Un viejo amor”, a Rosaura, “Sin ti”; en fin ellos conocían las canciones favoritas de las mujeres a las que llevaban la famosa serenata.

    En cierta ocasión ellos, los amigos, conversaban en el parque La Leona de Tegucigalpa sobre las viejas conquistas, los amores idos y las muchachas que habían conocido recientemente.

    –Oíme Marcos, esa tal Olguita está loca por vos, es que se le echa de ver. –Y vos donde dejás a la Margarita esa, hasta se tira pedos por vos jejejeje... –recordaron los viejos tiempos y a Marcos se le ocurrió decir: –Quién sabe cuál de nosotros se va a morir primero, vos o yo –bueno –dijo Aníbal–, eso solo Dios lo sabe, pero donde quiera que estemos seguiremos siendo amigos.

    –Con el tiempo los dos amigos se casaron, formaron sus propias familias y se interesaron en mantenerse unidos. –Fíjate –dijo Marcos– que esta mañana amanecí pensando que el día que yo me muera, si me muero primero que vos, voy a venir a traerte.
    Quiero que hagamos un juramento, el primero que se vaya tiene que regresar por el otro, ¿qué te parece? –Aníbal se sintió emocionado por lo que su inseparable amigo había dicho y respondió:

    –Estoy totalmente de acuerdo con vos, así que si yo muero primero estaré de regreso para llevarte conmigo, lo juro. –Cerraron aquel extraño juramento tomándose unas cervezas. Cuentan que un día Aníbal viajó a la zona norte cuando el trayecto se realizaba en ocho horas hacia San Pedro Sula, al llegar a Siguatepeque se subía la famosa cuesta en caracol denominada La Cocona, el viaje era lento, casi a vuelta de rueda, abajo se miraban los inmensos abismos y la carretera parecía un gigantesco caracol, cuando el motorista de la baronesa trató de hacer un cambio, el carro se fue de retroceso cayendo en un abismo.

    De los 15 pasajeros que llevaba no se salvó ninguno, entre ellos Aníbal. Autoridades y particulares se encargaron de bajar los cadáveres hasta Siguatepeque, hubo una gran conmoción en aquella época. Marcos estaba inconsolable con la muerte de su mejor amigo, toda la gene le daba el pésame a él y no a los verdaderos familiares del difunto, tres meses más tarde Marcos trabajaba en una oficina de la capital, era el encargado de un departamento, sus compañeros de trabajo habían salido y él se quedó arreglando unos papeles. Escuchó que alguien subía por las gradas al segundo piso del edificio y preguntó: –¿Quién anda ahí?–, acto seguido subió las gradas para saber quién se había quedado en la oficina y no encontró a nadie, luego escuchó que alguien abría las gavetas de un escritorio y bajó apresuradamente pero... en la planta baja no había nadie. Le contó a su esposa lo que había sucedido en la oficina, ella sintió miedo, algo en su instinto de mujer le decía que había algo malo, de pronto recordó el juramento.

    –Debe ser tu amigo Aníbal que te está avisando que va a venir por vos, o acaso ya se te olvidó el juramento? –Marcos se puso pálido y nervioso –es verdad –dijo–, juramos que si alguno de los dos moría vendría por el que se quedara vivo, pero él sabe que los tengo a ustedes, además fue una tragedia su muerte en la Cocona. –Así es –repuso la mujer–, pero un juramento es un juramento. –

    No te preocupés mujer, no creo que pase nada a lo mejor es mi imaginación la que me jugó una mala pasada y nosotros estamos sacando conclusiones que no son las correctas. –Sin embargo Marcos se llenó de pánico al recordar el juramento con su fallecido amigo no volvió a quedarse solo en la oficina, se hacía acompañar de algunos compañeros para llegar a su casa, al llegar cerraba puertas y ventanas y se encerraba en su habitación. Un día lunes habló con su esposa, eran las cinco de la tarde: –Mira mujer, voy a encerrarme un rato y trataré de descansar, si alguien me busca no estoy para nadie.

    –Ella lo acompañó a la habitación, le dio un beso y cerro la puerta. La esposa de Marcos miraba el reloj de pared constantemente, el le había dicho que abriera la puerta a las seis de la tarde.

    Cuando el reloj marcó las seis, ella abrió la puerta... y de inmediato sintió un fuerte olor a flores silvestres y a pino, la cama estaba vacía, el cuarto era cerrado, no tenía ventanas, buscó a su esposo en el baño, debajo de la cama, detrás de un armario, miró hacia el techo creyendo que su marido le estaba jugando una broma, los nervios la traicionaron y gritó con todas sus fuerzas:

    –¡Se lo llevó! ¡Se lo llevó¡ ¡Aníbal... Dios mío! ¡No puede ser! –Han pasado los años, y el desaparecimiento de Marcos sigue sin explicación.