29/04/2024
12:24 AM

Ferrocarril Nacional, en agonía y abandono

Dos años más de vida le dan empleados a este legendario medio de transporte.

El principio del recorrido es tedioso. Decenas de vendedores informales han obstruido con sus puestos de madera la tercera parte del camino.

El maquinista debe hacer sonar varias veces el pito para alertarlos y evitar conflictos que en muchas ocasiones “son inevitables”. Atrás quedaron los años en que cientos abordaban el Ferrocarril Nacional en San Pedro Sula con rumbo a Puerto Cortés o Tela.

Hoy solo queda la historia, los recuerdos y algunos empleados que cuentan anécdotas a bordo del tren que pronto dejará de andar definitivamente.

La empresa que empezó a funcionar en 1870 se ha visto impotente ante la falta de apoyo de las autoridades, el saqueo de los rieles y, tiempo atrás, las malas administraciones.

Se pierden las esperanzas de rescatar este histórico medio de transporte, a pesar de que hace año y medio, según los empleados, estuvo a punto de renacer gracias a movilizaciones del exgerente Lesther Aguilar y Miguel Pastor, exministro de Soptravi.

Viaje

Pocos deciden viajar hoy en el tren que hace su primer viaje a las 12.30 m, aunque el precio es únicamente de cinco lempiras. Su ruta es muy reducida en comparación con sus mejores tiempos. De la primera calle a la terminal de buses. Eso es todo.

La máquina no puede viajar más allá. En el camino a Choloma, los rieles han desaparecido debido al robo descarado cometido ante la vista de las autoridades.

En estos últimos meses del año, solo seis pasajeros acompañan al maquinista en cada viaje. De estos, únicamente dos lo hacen constantemente; los demás se suben simplemente para mostrarles a sus familiares que los visitan una vez al año cómo funciona este deteriorado transporte.

Las puertas oxidadas y el ruido de las ruedas sobre rieles maltratados muestran que el apoyo se ha perdido y que a ningún funcionario del Gobierno le interesa mejorar sus condiciones.

Ovidio Mancía conduce la máquina hace 32 años. Toda su vida se vincula con el Ferrocarril. Hablar de él es remontarse a la época en que su padre laboraba ahí mismo.
A los siete años de edad comenzó a laborar para la empresa lavando tuercas. Después se sumergió en el mundo de los rieles, trenes y coches hasta llegar a jefe de maquinistas, cuando ya era adulto y tenía una familia formada.

Pese a ello, Ovidio advierte que sus hijos no seguirán su legado en las líneas ferroviarias y si alguno tuviera la intención, “no lo permitiría por ningún motivo. Esto se ha arruinado. Aparte de que le doy uno o dos años más para que otro político lo termine de matar”.
Fracaso

Una fecha clave para el “principio del fin” de la empresa es 1998, durante el huracán Mitch, porque “todas las fincas bananeras desaparecieron y ya no había qué transportar”.

Mancía recuerda que el golpe final ocurrió en 2004. “El Gobierno de esa época recortó el 70% del personal. Éramos 130 y quedamos solo 25. El peor enemigo de este servicio de generaciones fue el mismo Gobierno”, cuenta con tristeza el sampedrano.

En su anticuada oficina, sin luz y con mucho polvo, guarda la documentación que en sus mejores épocas usaban para llevar el control de los viajes, las llaves de los candados de las vías y muchos poemas que ha escrito recordando sus aventuras desde pequeño.
Ahora, él y unos pocos empleados solo cuentan las horas para que el enemigo dé por terminado un largo camino que poco a poco se encarriló al olvido.

Ese es el futuro que vislumbran: que Honduras pierda por completo su estación de tren y, lamentablemente, solo queden los recuerdos.