Cuando Víctor cumplió 15 años, su profesor lo llamó aparte y con mucho tacto le explicó que nunca llegaría a graduarse, y le aconsejó aprender algún oficio. Víctor siguió el consejo, y sus próximos 17 años los dedicó a los más diversos trabajos. Estaba convencido de que era un zopenco, para decirlo en sus propias palabras.
Es decir, un bueno para nada. Al cumplir 32 años, le ocurrió algo extraordinario, se le hizo una evaluación y ésta reveló un I.Q., Coeficiente de Inteligencia, ¡igual a 162! Desde entonces ha escrito libros, ha solicitado y obtenido numerosas patentes y es todo un profesional exitoso. Resumiendo, empezó a actuar como un genio. Desde luego, es obvio que no adquirió de pronto una gran cantidad de conocimientos.
Lo que adquirió fue una gran cantidad de confianza en sí mismo. Lo demás vino realmente por añadidura. Comenzó a esperar y obtener resultados distintos.
¿Qué pensará ahora aquel profesor que le aconsejó dejar los estudios por carecer de inteligencia para ello? ¿Cuántos genios andarán por ahí, a nuestro alrededor, actuando como zopencos? Dorothy Jongework y Muriel James, en su fascinante libro 'Born to win', 'Nacidos para ganar'), explican que todos nacimos para tener éxito, pero a lo largo de nuestra vida se nos 'hipnotiza' diciéndonos lo que no podemos hacer, y acabamos creyéndolo.
Esto estuvo, por ejemplo, a punto de ocurrirle al gran Caruso, quizá el más famoso cantante de ópera italiano. Cuando tenía apenas 10 años y ansiaba ser cantante su maestro lo desalentó, le dijo que nunca destacaría, que su voz era tan mala como 'el viento en las persianas', pero su madre lo alentó. Siendo una pobre campesina, tenía un gran sentido común. Alentó a su hijo, anduvo descalza mucho tiempo para pagarle clases de canto. Y Enrico Caruso es recordado como uno de los más grandes de todos los tiempos, en la ópera.
¿Por qué entonces tanta gente está viviendo mediocremente? Quizá la respuesta está en que vivimos 'hipnotizados'. Actuamos de acuerdo a lo que creemos que somos, y pasamos por este mundo como fracasados, con una capacidad latente para ser triunfadores.
LO NEGATIVO: Pensar que somos de segunda clase, una especie de zopencos nacidos para fracasar.
LO POSITIVO: Saber que realmente nacimos para triunfar, y no conformarnos con menos.