Los partidos políticos se han convertido en una grotesca representación de lo que realmente deberían ser. Por consiguiente, los procesos electorales se han deformado de igual forma, convirtiéndose, ya sea como elecciones primarias o elecciones generales, en espectáculos de muy bajo nivel.
A muy pocos meses de producirse la inscripción de las diferentes corrientes internas de los partidos políticos, la impresión anterior se confirma. La bulla que prevalece es la de colarse en las mejores posiciones de las planillas a diputados, alcaldes o fórmula presidencial, rindiendo las obligadas promesas de lealtad y simpatía a los capos que se consideran dueños de la corriente. Esta situación es de conocimiento de una gran cantidad de militantes de los partidos quienes hartos de esto, manifiestan no estar dispuestos a seguir en el perverso juego ni tampoco seguir confiando en los aspirantes a cargos que son catalogados de regulares a muy malos.
De la situación anterior no escapa ninguno de los partidos políticos. El Partido Liberal, para el caso, después de la brillante trayectoria que le tocó liderar en diferentes épocas políticas del siglo XX, combatiendo las dictaduras civiles y militares e impulsando importantes reformas políticas y sociales, se ha convertido en un muerto andando. Hoy en día su bandera la llevan los dueños de corrientes y los financiadores, que nada tienen que ver con ese pasado glorioso.
De tal forma la llamada 'corriente democrática' de la cual se desprenden Elvin Santos y Roberto Micheletti, controlan efectivamente gran parte de los diputados y dirigentes locales, pero arrastran consigo su poco liderazgo auténtico y su escasa capacidad. Por otro lado, los allegados al Presidente de la República que han querido ofrecer un contraste con el otro grupo, se encuentra desprovista de apoyo y carente de un líder inteligente que se pueda postular para la presidencia. Conscientes de lo anterior, más bien han elegido ante el hundimiento del barco, saltar desesperadamente y hacer el juego tradicional de negociar muy sigilosamente y conseguir entrada en las planillas de los otros.
En términos generales las vísperas anuncian un proceso electoral interno sin novedades que reportar para el bien de la democracia; con candidatos presidenciales carentes de liderazgo y brillo y con candidatos en las planillas sometidos a los compromisos con muchos intereses, pero no con las del ciudadano.