14/05/2025
12:16 AM

Las encuestas y sus mensajes

No les fue bien a las encuestadoras en las primarias demócratas de New Hampshire. Vaticinaron un cómodo triunfo de Obama y la que ganó fue Hillary Clinton. Sin embargo, no es para tanto. No es la primera vez que ocurre: ha pasado en muchas ocasiones. Siempre que pasa, es cierto, proliferan las críticas a las encuestas.

    No les fue bien a las encuestadoras en las primarias demócratas de New Hampshire. Vaticinaron un cómodo triunfo de Obama y la que ganó fue Hillary Clinton. Sin embargo, no es para tanto. No es la primera vez que ocurre: ha pasado en muchas ocasiones. Siempre que pasa, es cierto, proliferan las críticas a las encuestas.

    Los 'candidatos' son los más recurrentes y severos. Están los que las critican previamente y en todo momento, cuestionan sus porcentajes, sobre todo cuando no le son favorables, y pugnan por su ocultamiento: esto es, reclaman que se prohíba su publicación por un determinado tiempo antes del acto electoral, y, si los dejan, por siempre.

    Esta veda para las encuestas, que rige en muchísimos países, que en su mayoría se jactan de 'celebrar' elecciones libres, para lo único que sirve es para ocultar una dato importante a la inmensidad de los ciudadanos, quienes son los deben elegir y a los cuales no se les tiene que privar de ninguna información. Porque la veda no es para la realización de encuestas: éstas se siguen haciendo, como por otra parte debe ser, pero sus resultados son sólo conocidos por los clientes, en general, los partidos y los 'postulantes', los que quieren que los 'elijan', y por todos aquellos que 'pueden'. El resto, es decir, los ciudadanos, o el pueblo, como gustaría decir a los 'postulantes', no. Estos no pueden saberlo, no tienen derecho; que elijan a ciegas, o a lo sumo, como si fueran tuertos.

    Esa prohibición que desde el poder los mandatarios circunstanciales imponen a los mandantes permanentes no sólo es ilegítima per se, por cuanto coarta el derecho de los electores, sino que, además de la soberbia que entraña, es vejatoria para el resto de los conciudadanos.

    Uno de los argumentos fuertes de los 'prohibidores' es que inciden en el ánimo y en la decisión del votante. Hay quienes agregan, sobre todo los que 'van abajo', que alimentan el existismo que aparentemente padecen los electores, y ello contribuye a reforzar el caudal de quienes 'van arriba'. Bien, lo que pasó en New Hampshire da por el suelo con todos esos argumentos. Y no es la primera vez, ocurre cada tanto.

    Las encuestas recogen el sentir de la gente en un determinado momento y reflejan su opinión en ese momento. En general la realidad, elecciones, ratifica los pronósticos y eso es lógico; se trata de trabajos técnicos y científicos. Se dan diferencias no mayores, que dependen de las técnicas y formas de trabajo o efectivamente de cambios de opinión de la gente. Cuando las diferencias, los 'errores', son importantes, como el caso que planteamos, se deben más a variaciones, que se pueden dar y se dan, en el sentir del público más que a fallas de las encuestadoras. Hay hechos que hacen variar mucho el sentir de los ciudadanos de un instante a otro: lo que ocurrió en España tras el atentado de Atocha en marzo del 2004 es, en ese sentido, uno de los hechos más elocuentes de los últimos años.

    Pero están quienes sinceramente creen en esa influencia de las encuestas, entre ellos, los que inventan empresas o crean institutos de ocasión que siempre los ubican al frente. Después los resultados de estas 'empresas' o institutos no se confirman, a ese recurso apelan los que van mal en las encuestadoras independientes, pero igual no abandonan su creencia. En los hechos son muchos los que están demasiado pendientes de los porcentajes de las encuestas y, desde otro aspecto, también tendrían que aprender de lo que pasó en New Hampshire. Se trata de todos aquellos que se mueven y actúan en función de las encuestas y en base a ellas estructuran su discurso, prometen, concretan alianzas y, peor aún, hasta gobiernan. Las encuestas son un importante elemento a tener en cuenta en estrategias electorales, pero no siempre son una apuesta segura, a veces, como hemos visto, fallan. Ése es otro de los mensajes de New Hampshire. Si las encuestas fueran infalibles no se harían elecciones. Y eso lo tendrían que tener muy en cuenta quienes gobiernan al ritmo de las encuestas, sobre todo porque en estos casos lo que hagan después es muy difícil de 'desfacer'.