Los primeros pasos reales y efectivos debiera ser la síntesis sincera del gobierno para poner fin a las tragedias y desastres en el valle de Sula, ahora más frecuentes y devastadores por los efectos directos del cambio climáticos multiplicados por la creciente vulnerabilidad en la zona más fértil de la nación.
Claro que en décadas no solucionaron problema, pero mirar atrás como justificación o explicación sin el compromiso de propuestas reales y acciones inmediatas es discurso gastado.
“Estamos haciendo el estudio de El Tablón. Espero que en este gobierno podamos dar los primeros pasos para que esta represa se pueda realizar”, es expresión formal al más alto nivel del Ejecutivo desde donde también se ha anunciado la ejecución de medidas como en décadas y años anteriores: Acumulación de tierra para “fortalecer bordos” y detener filtraciones.
Es lo que se ha hecho y las secuelas ahí están.
La labor periodística ha plasmado la situación real: familias refugiadas en albergues, agricultores con visión triste de sus campos inundados, elementos policiales con niños en sus brazos y tanto y tantos otros momentos de angustia que fueron desapareciendo con el anuncio de la bajada del nivel de las aguas de los ríos Ulúa y Chamelecón en cuyos cauces se cifran las esperanzas de unas obras que no llegan para regular su caudal.
Abundarán quienes expliquen que la construcción de las represas “no es comida de trompudos” y tienen razón. Es trabajo visionario de un valle próspero, de plantaciones bananeras airosas, de palma africana con rendimiento y con abundancia de granos en aquellos sectores a los que se puede y debe llegar con sistema de regadío, pues el agua es abundante aún en sectores más altos.
Ahí han estado y están los técnicos, los asesores y los burócratas y debieran decir presente las cooperativas, los empresarios y las instituciones crediticias, pues dejar todo solo en manos del oficialismo es como echar sal en el mar y no es que seamos negativistas, pero los hechos que son innegables escriben la nefasta historia de más de medio siglo.
Ya no se trata de adecuar y actualizar los estudios realizados que son numerosos y costos, sino “hacer”, de manera que una tarea que debió ser prioritaria por su urgencia vuelve al punto de partida, “tomar papel y lápiz” para llenar páginas nuevamente.
La expresión nos traslada a los primeros grados de la escuela y es sumamente explicativa para entender, no aceptar, el comportamiento de la burocracia y los políticos.
Hay que dar los primeros pasos debe ser el compromiso real del gobierno, pues eso de “espero” no cabe para situaciones que claman soluciones para ayer, pues en ello va la vida de las personas y la economía del país.