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Primero de Mayo

  • 30 abril 2020 /

    ¿Primero de Mayo? Hasta la pregunta es necia. Van pasando los días y la supervivencia marca el ritmo en los valientes, pero prudentes, de manera que el calendario pasa hoja y casi sin enterarnos vamos dejando atrás, la mayoría con cierta nostalgia, fechas entrañables: Día del Padre, Semana Santa… Ahora el 1 de Mayo, dentro de poco el Día de la Madre y para los sampedranos llegarán los últimos días de junio y otra vuelta a la página.

    Claro que el espíritu, los sentimientos, el mensaje de cada una de las celebraciones va por dentro en la mayoría; pero se multiplica la nostalgia de la participación en los actos públicos con mucha gente cercana. Brota el hondo recuerdo del abrazo y el regalo que este año será a la distancia, aunque la cercanía sea más estrecha que nunca. Cuando todo pase recordaremos este día, la jornada de reivindicación como única en toda su historia.

    El elocuente silencio en calles y plazas nos hace vivir más profundamente los endémicos problemas de los hondureños, agravados por la pandemia, trágico protagonista en nuestro país. La pobreza va ocupando los escasos espacios de los que fue desalojada en los últimos años e, incluso, agranda su dominio con la pandemia, que hace ver más claramente la boca del león con el aumento del desempleo ahora con la cuarentena y en los próximos meses con la contracción de la economía.

    La jornada en honor a los Mártires de Chicago, que marcó un nuevo rumbo en el sector laboral, carecerá este año de demandas colectivas, pues “no está la Magdalena para tafetanes” y no lo estará por tiempo. Las prioridades son claras, protección de la vida contra el virus y contra lo que ya está apareciendo, mayor pobreza y asfixiante desempleo.

    La simplista interpretación de la sociedad como conjunto de buenos y malos, explotadores y explotados, que llenó la retórica de los discursos quedó hecha añicos por el virus, y sin distinción de edad, raza, ideología o creencia experimentan el duro y amargo azote del confinamiento y del cierre temporal de las empresas. La estabilidad y la confianza son la mejor medicina para mitigar los daños, muy graves en el país, y tener en los labios, aunque parezca prematuro, un inquebrantable optimismo, “cuando todo esto pase…”.

    Aunque la prioridad es la defensa y protección de la vida, la unidad, como evidencia de la acendrada solidaridad, debe conducirnos, sin desvíos partidistas ni politiqueros, hacia la recuperación de las oportunidades de trabajo, el empleo, artífice del desarrollo político, económico y social que haga realidad el anhelo de todos los hondureños: mejoramiento en la calidad de vida.