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Martirologio

  • 07 julio 2022 /

    De los últimos días. En Catacamas en atentado muere doctora en química y farmacia. En Choloma dos jóvenes son atacadas en su casa. Una de ellas perece y la otra es trasladada con heridas graves al hospital. Sospechas en el círculo familiar por la muerte de una niña en Siguatepeque. Por denuncia de familiares rescatan a diez niñas en Roatán. Y así la nota roja con mayor intensidad sin que haya señales de un pronto “hasta aquí” en defensa de la vida.

    Podemos seguir las informaciones en las páginas de sucesos y no “hay día de Dios” en que niñas, jóvenes o madres no sean las víctimas como el aterrador crimen en el municipio de San Luis, Santa Bárbara, en el que murió una joven madre y su hija de seis meses o aquel otro en que intentaron esconder el abuso y asesinato de una menor con la pantalla de su mascota de apenas seis meses.

    Todo un martirologio en los cuatro puntos cardinales del país sin que haya evidencia de lucha frontal contra la violencia, represión contundente en casos tan claros, con el criminal confeso, y sentencia extrema, nunca suficiente, pues no hay reparación plena de la vida arrebatada.

    Recientemente nos referíamos en esta columna editorial cómo las acciones criminales se multiplican a diario sin que los operadores de justicia logren aclarar los crímenes, detener a los culpables, no pocas veces gatilleros contratados, aligerar la labor en los tribunales y con agilidad sentenciar a los culpables, pues la tardanza es calificada en los mismos estratos jurídicos como injusta. “Justicia tardía no es justicia”.

    Claro que para una acción efectiva y temprana de los operadores de justicia exige no solo la formación y capacitación del personal, sino recursos necesarios para estimular a los operadores con justo salario y material idóneo para identificar pistas que lleven a la resolución de los casos. Toda una utopía pregonada por décadas, pero sumamente ineficaz.

    El gobierno anuncia “nuevos tiempos”, pero del dicho al hecho o, siguiendo la sabiduría popular, “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Y es que han sido tantas las promesas que la confianza ha caído en un gran pantano del que es necesario salvarla si se quiere incorporar la participación comunitaria en la lucha contra la violencia y la inseguridad.

    “Esta es una nueva etapa en la seguridad ciudadana, el viejo modelo llegó a su fin. Cambiaremos el destino de la seguridad”. Solo falta decir amén como en las celebraciones litúrgicas, pero los días darán respuesta a la iniciativa que ha traspasado el umbral de promesa en busca de un ambiente en el que la convivencia y el respeto sean la evidencia no solo de lo que merecemos, sino del derecho fundamental de las personas.