“El argumento del Partido Nacional es que unidos Libre y Partido Liberal le echamos la vaca. Ahora quieren que, con los partidos emergentes, que ellos pudiesen controlar, nos echen la vaca a nosotros”, expresó un parlamentario de El Paraíso, presidente de la comisión de dictamen.
Sabias palabras que expresan una de las mayores debilidades de nuestra democracia en la que la prevalencia de individuos e intereses partidistas mandan sobre la voluntad de los hondureños no solo en las mesas electorales, sino en la gestión cuatrienal de los Gobiernos, de manera que cada último domingo de noviembre es iniciar un círculo vicioso.
El primer “allá vamos”, aunque está claro que ya han ido, se inició el sábado con el comienzo oficial, según la Ley Electoral, a la propaganda proselitista de los precandidatos de los tres partidos políticos que enfilan su imagen y su retórico discurso, no mucho más, hacia el próximo 14 de marzo. Veremos cómo avanza el círculo y la fiesta por la víspera: la primarias, reformas a la ley, participación en las mesas y el centro de la discordia la integración de partidos minoritarios en la directiva de la junta receptora de los votos. Allí donde busca “cocinar” el más listo.
La pugna no es de ayer sino que se viene desarrollando en los últimos meses acentuando las deficiencias, supuestas o reales, que puede o tenga el censo electoral que, sin duda, serán mucho menos que en ocasiones anteriores después de interesarse los hondureños en la obtención de la nueva cédula con su presentación en los centros de enrolamiento, con fotografía no muy al gusto de los menos guapos, con la notificación de datos personales y las huellas, inconfundibles e infalsificables. Si 2020 ha sido un año para el olvido, aunque no los olvidaremos jamás, los doce meses que comenzamos no serán mejores, pues la pandemia tiene aliados: los políticos razonan con lides taurinas, pero se protegen.
En el ruedo, la población que debiera aprender de la temporada navideña y fin de año lo que le espera si en el eufórico respaldo a su candidato se olvida de su vida, de la de su familia y la de sus vecinos. Aquello de que no hay mal que por bien no venga no se aplica a campañas ni a los gobernantes.