Lo que no cuesta se hace fiesta es el dicho popular para expresar la diligencia, convertida en abuso arropado en legalidad, con que se dilapidan los recursos del Estado mientras se multiplica la demanda de población por necesidades fundamentales en la supervivencia. Lo de siempre ha sido así no es respuesta razonable y mucho menos consuelo, pues el “cambio” fue bandera que rápidamente se arrió una vez en el poder.
Los tres vicecancilleres se la pasan en las nubes según constancia de viajes realizados para los que se les acredita una cantidad en dólares, sin duda, ajustada al presupuesto de la Cancillería y a los viajes realizados de cuyos beneficios para el país no se tiene ni cuenta. Así las cosas, como también lo fueron antes, pero resaltan por el gran contraste con la falta de medicamentos, con la alta mora en los hospitales, con el retraso en la entrega de identidades y con el limbo en que se halla la emisión y entrega de permisos de circulación.
Claro que son secretarías distintas y asuntos muy diferentes, pero por desgracia los males siempre golpean a los mismos, arriba están más que protegidos mientras el clamor del soberano ni como eco se escucha. El silencio cómplice o explicaciones técnicas son más que suficientes para justificar viajes y giras de las que poco o nada se beneficia el pueblo hondureño.
La información obtenida en fuente oficial muestra que uno de los vicecancilleres en su estancia de diez días en España recibió más de doscientos mil lempiras. No se supo si su gira estaba dirigida al mejoramiento del servicio consular en aquel país y si logró su cometido, pues el tortuguismo para atender a los hondureños en los consulados de la península llega a niveles intolerables y la cooperación para la construcción de hospitales ya ha sido asumida por el gobierno de aquel país como compromiso en favor de la salud de los más pobres.
Pero no nos desviemos. Fiesta y feria se multiplican con los recursos públicos y como en el rendimiento de cuentas participan los mismos que proporcionan el dinero, todo queda en nada. Total, como en otros muchos casos es gasto, no inversión para el bienestar del pueblo hondureño. Todo ello es legal y se apega a la tabla de viáticos vigente, pero ¿para qué ha servido el gasto de 3.3 millones de lempiras en 62 viajes a los que hay que sumar los pasajes? ¿Y los gastos de representación, porque hay que dar buena imagen y no desentonar?
Necesitamos coherencia funcional y actividad creativa de manera que lo justo, muy complejo de medir por la vara que se usa, y lo legal se complementen de acuerdo con las graves y muchas necesidades nacionales.