10/11/2025
02:22 PM

La doble jornada

    Quemados los últimos cohetes que el lunes aún se escuchaban con motivo de la celebración de los Reyes Magos en algunas comunidades, los hondureños volvemos a la cruda realidad que había desaparecido durante los días de las fiestas navideñas y de fin de año. La preparación del inicio del año escolar centra no solo la atención, sino la inquietud y preocupación de padres de familia, maestros y autoridades educativas.

    Las reformas, cuya dimensión es todavía desconocida por la mayoría de los progenitores y docentes, marcarán, desde este año, un ritmo en las labores educativas perdido hace unas décadas, pero que hará recordar a generaciones no tan jóvenes aquellos tiempos en que la escuela o el colegio era su hogar en horas de la mañana y de la tarde.

    A partir del primero de febrero habrá doble jornada, con horario de ocho a once y media de la mañana y en la tarde de una a tres. Importante el cambio, pero mucho más la programación de las actividades diarias en las que los alumnos se identifiquen plenamente por la dedicación ejemplar de los docentes. Con el nuevo horario se ha rescatado un elemento cuantitativo que debe completarse con un contenido para lograr las metas cualitativas identificadas en la Ley Fundamental de Educación.

    Los obstáculos que no faltarán en el inicio de curso, deben ser asumidos como desafíos por las autoridades de Educación con respuestas eficaces y prontas; por los maestros que habrán de constituir parte de la solución y no del problema; por los padres de familia cuya integración en la comunidad educativa no se limite a los llamados, sino a una participación voluntaria y responsable para completar y respaldar las labores docentes.

    Con niños y jóvenes más tiempo en la escuela o colegio que en la calle, Honduras habrá dado un paso muy importante en la lucha contra la inseguridad y la violencia; en las metas de desarrollo y progreso; en los compromisos por reducir los altos niveles de pobreza y en la tolerancia y comprensión entre todos los hondureños.

    Ojalá que en unos años pudieran calificar como “milagro” los efectos de las transformaciones radicales en el sistema educativo. Que no sería un milagro, sino fruto de funcionarios con visión, maestros con vocación y centros educativos, cuyas instalaciones modernas y operativas sean completadas con material didáctico y equipo moderno.

    De miles de millones hablaban funcionarios para avanzar en la reforma educativa. Hay recursos, si se emplean bien, en países amigos y en la cooperación internacional con la sola condición de su empleo efectivo y transparente, es decir, que más que mostrar el estudio perfecto de contabilidad o la administración al centavo de presupuestos, se vean obras terminadas y programas desarrollados para los que llegó la ayuda internacional.