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¡Ingratitud!

  • 19 enero 2023 /

    Escribir en estos días de migración pudiera considerarse desactualizado, pues las miradas, las fuerzas y los más grandes intereses se hallan en la integración del Poder Judicial, en la evaluación del primer año de esta administración o en la inestabilidad en organismos gubernamentales. Sin embargo, es urgente y necesario levantar la voz por quienes, con gran sacrificio y lejos de sus familias, aportan la mayor cantidad de recursos provenientes del exterior.

    No se ha hecho justicia ni se hace con los compatriotas que, por una u otra razón, se afincaron fuera del suelo patrio y contribuyen sustancialmente al sostenimiento de la economía con el envío de dinero a sus familiares o a la inversión para asegurar bienes para su posible regreso, deseado por la mayoría, pero no siempre logrado. Las remesas remueven eficazmente la actividad económica en pulperías, en negocios en centros comerciales, en el sistema bancario y constituyen el mayor respaldo a las divisas para las importaciones.

    Todo ello no parece ser suficiente para funcionarios y políticos, pues como los hondureños en el exterior han abierto los ojos y saben bien lo que buscan en cada elección se mantienen mayoritariamente al margen, más entregados a sus trabajos que a puestos proporcionados por el clientelismo y favoritismo partidista. No cuajan los llamados a integrar el censo electoral para poder votar.

    En este ambiente tan negativo multiplicado por la desidia en los consulados, por el escaso interés en proporcionar el documento de identidad actualizado o la parsimonia en el trámite en el pasaporte contrasta con la sustancial contribución a las reservas nacionales. El informe del Banco Central de Honduras señala que el año pasado el envío de remesas alcanzó la cifra histórica de 8,686.2 millones de dólares. Eso sin contar el dinero en efectivo que traen los emigrantes cuando llegan de vacaciones para visitar la familia y revivir “buenos tiempos”.

    Y no es que los dólares y euros se hallen tirados en las calles, pues bastaría un viaje, no turístico ni con altos viáticos, de funcionarios a los centros de trabajo, labores agrícolas, construcción, atención y cuidado de personas de la tercera edad y otras labores no queridas por los ciudadanos de esos países para conocer, no seguir ignorando, el sacrificio diario y las privaciones para enviar dinero a la familia. Las denuncias de mala y escasa atención se han multiplicado en los últimos días, especialmente por las dificultades de obtener el nuevo documento de identidad con el cual renovar el pasaporte y otras diligencias consulares.

    La compensación por el sacrificio de los emigrantes hondureños es mínima. El malestar y las denuncias se han multiplicado mientras la Cancillería está más preocupada en el cambio de embajadores. ¡Ingratos!