“Porque el que guarda siempre tiene”, es una canción de aquellos años que debiera repetirse en diciembre y en junio de cada año, aunque la virtud del ahorro, el límite razonable de gastos necesarios es una necesidad que nos hace volver la vista incluso en aquellos días en los que les cae bien “ya lo pasado, pasado”.
Y aunque no sean propias de la Navidad las canciones están a flor de piel, muchas veces como nostalgia de un pasado cercano.
Para muchos puede parecer inoportuno y poco delicado escribir sobre la canasta básica, su acelerada escalada en los últimos meses y los apuros familiares para disponer de lo más necesario para la supervivencia.
Sin embargo, es necesario llamar la atención, pues, aunque ya no se habla de la cuesta de enero y en las redes sociales abundan las imágenes cosméticas para el entretenimiento, la mayor disponibilidad de efectivo es la gran ofensiva contra la voluntad del ahorro, aunque sea “poquito”. Hay que prevenir.
Según información oficial, el alza acumulada en el costo de la canasta básica durante el año que termina ha sido el mayor desde 2001 cuando comenzaron a considerar los precios de los alimentos. Ya conocemos lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses, el alza de los precios y la tardía y no muy confiable intervención del gobierno, pues el problema no está en el final de la cadena sino en los intermediarios.
Al mal tiempo buena cara, aunque ello exija sacrificios, derroches irresponsables que después se tratan de resolver con préstamos quedando incluso en enero hipotecado el pago extra de junio. Claro que habrá muchos que justifican los gastos con aquello de “lo pasamos bien”, pero el costo final en el plano individual y familiar como en el nacional sale caro y muchas veces asfixiante.
No gaste, invierta es el consejo de personas e instituciones del mundo de las finanzas. Con toda razón, pues con el aguinaldo se pueden atender algunas de las necesidades del hogar que deben ser prioritarias para el bienestar de la familia.
El llamado a los gastos para compras se diluye en momentos y apenas queda un buen recuerdo en la agenda deseando mejores tiempos.
La Navidad se ha ido transformando hasta tergiversar su contenido encauzándolo hacia el consumismo como si no hubiese día después, dejando de lado durante diciembre, la experiencia anual del día después.
No es amargar, es aconsejar límites, pues el año es largo y la historia personal y familiar exigen prudencia y visión de lo que viene, pues el ayer es lección, el presente, necesidad y el futuro lo podemos escribir hoy.