11/12/2024
12:58 PM

Entrada triunfal

  • 04 abril 2020 /

    Jerusalén está construida sobre un altozano, el Monte Sion. A su alrededor también se elevan algunas colinas en las que, desde tiempos bíblicos, crecen olivos y palmeras. Desde esas colinas descendía una serie de senderos que llevaban hacia la ciudad santa. Uno de esos caminos tomó Nuestro Señor, aquel primer Domingo de Ramos, para dirigirse hacia ella.

    La escena que narran los evangelios, y que la religiosidad popular, por medio de las procesiones propias de este día, ha impreso en la memoria de los cristianos de todos los tiempos nos muestra a Jesús, montado en un pollino, que avanza en medio de cantos y frases de alabanza, rodeado de familias enteras que agitan ramas de olivo y hojas de palmera. No hay que olvidar que, para esos días, cuando faltaba apenas una semana para la fiesta de la Pascua judía, miles de peregrinos marchaban por aquellos caminos para poder celebrar la ocasión cerca del lugar más sagrado para su fe: el templo de Salomón.

    Jesús, reconocido profeta y taumaturgo, llegaba acompañado por sus discípulos, se acercaba a aquellos sitios para desarrollar en ellos la Pascua definitiva, una celebración en la que no solo se iban a ofrecer sobre el altar del templo cientos de víctimas propiciatorias, sino que, en la cima del Calvario se ofrecería el sacrificio por excelencia, el del Cordero sin mancha ni defecto, que satisfaría de manera permanente al Padre, y, por medio del cual, se sellaría de manera total el pacto entre el Creador y sus criaturas.

    Para muchos, la algarabía que causaba el ingreso de Jesús a la ciudad era el prólogo de la liberación política de Israel del yugo opresor romano, la ejecución de los tan esperados eventos mesiánicos. De ahí que haya causado tanto ruido el ingreso del Señor a Jerusalén, y que, apenas cinco días después, al no ver cumplidas sus expectativas, esa misma gente haya pedido, también a gritos, la muerte del Redentor.

    Ojalá que esta semana, que será muy distinta a las que hemos vivido muchos otros años, nos tomemos tiempo para reflexionar sobre estos hechos históricos y sobre las repercusiones que han tenido en el devenir de la humanidad.Sobre todo, reflexionar sobre la inestabilidad y futilidad de los juicios humanos y de lo difícil que es a veces para el hombre entender los proyectos divinos.