No es asunto fácil de digerir y, entre nosotros, requerirá una labor de concienciación en las fuentes de recursos, léase contribuyentes, y quienes los manejan, puesto que si los primeros se muestran renuentes en el cumplimiento de los deberes tributarios, a los segundos se les debe exigir, con estricta e indiscriminada aplicación de la ley, el uso de los dineros del Estado en apego al presupuesto y a las necesidades del país, no a las directrices de partido o intereses de grupos.
Todos, unos y otros, asumen responsabilidad con el nuevo Código Tributario, cuyo proyecto ha sido consensuado para ser presentado al Congreso Nacional y facilitar, según la fuente oficial, la inversión nacional y exterior para crear oportunidades de trabajo. El horizonte está descrito, falta, sin embargo, recorrer la ruta con señales claras y atractivas hacia la aplicación de una política fiscal con prioridad en las necesidades del pueblo hondureño y no visiones fragmentarias gubernamentales.
La iniciativa con mayor proyección por su novedad es la incorporación del concepto de monotributo en el instrumento fiscal como medio para la ampliación de la base tributaria con incremento de ingresos que ya hasta ha sido calculado en unos 1,500 millones de lempiras por los progenitores del proyecto. Vuelve el cuento de la lechera, pues si hay aumento en ingresos, ya se adivina la ruta del gasto.
El sistema tributario mantiene una “endemia” secular con un mayor número de contribuyentes en zonas específicas del país, mientras en otros lugares apenas presentan décimas en las estadísticas del fisco. La declaración sobre la renta es todavía tarea pendiente de muchos hondureños con vida de “altos vuelos”, no solo en viajes, sino en “glamour” y permanente “socialité”.
Nada extraño que Jorge Yllescas, extitular de la Dirección Ejecutiva de Ingresos (DEI) expresara su escepticismo e inquietud, pues la experiencia es maestra en la vida: “Yo no puedo decir si el Código es bueno o malo, pues de todas maneras en Honduras tenemos buenas leyes, pero al momento de su aplicación está el problema cuando se retuerce la ley a conveniencia de quien está”.
Aquello de quien hace la ley hace la trampa es principio eterno, sin embargo, habrá que incentivar a quienes son fuente de ingreso de los recursos del Estado y actuar con firmeza sobre quienes, arriba, los desvían o no los utilizan eficientemente. Desafío, planteado.