La Empresa Nacional de Energía Eléctrica, Enee, ya diagnosticó y recetó, por todo lo alto, los ajustes, justificados en el mercado petrolero, en el incremento del Impuesto sobre Venta y en la necesidad de mover la tarifa, hacia arriba. El combo está preparado y aunque el consumo de energía, en su mayor parte, haya sido en diciembre, como la lectura se hizo en enero, se considera aguinaldo no esperado para la estatal.
Explicaciones no se han escuchado, pues es sabido que en una buena administración los ajustes deben ser internos para un uso más eficaz de los recursos, de manera que el ciudadano pague realmente por lo que gasta y no por los desastres administrativos, contratos “sui géneris” o corrupción ramplante.
Para aquietar las aguas, ha vuelto el tema de los subsidios, cuyo número de beneficiarios será sustancialmente reducido, calculando, en fuentes oficiales de la eléctrica, que mensualmente ingresarán unos ochenta millones más en sus arcas. Si a ello se pudiera sumar la reducción por las pérdidas técnicas, por el robo con pegues directos y por la morosidad la cifra aumentaría y, sobre todo, se haría justicia a la mayoría de abonados, puntuales en el pago de la facturación.
Si además se hubiese avanzado en el cambio de la matriz energética para aprovechar recursos propios, más baratos y limpios, otra sería la situación. El amarre por la eternidad a derivados del petróleo o minerales importados para producir electricidad drenan la economía familiar y disminuyen la competitividad del aparato productivo.
No ha habido gobierno en que no se haya publicitado la intención de revisar los contratos con las empresas generadoras de electricidad que llegaron en tiempo de emergencia, pero no se conocen los resultados, al contrario, cada vez que, por una u otra razón, hablan de aumentos aparecen las deudas por la energía utilizada y la que se podía proporcionar, pero que no se usó.
El discurso tradicional, ya gastado, de que por muchos años no se ha aumentado la tarifa va a pasar a la historia. Lo inamovible (la tarifa), como elemento político, ha sido sacudido; a ello hay que sumar el ajuste por combustible, aunque el petróleo en el mercado internacional se mantenga sin abruptas variaciones. Lo de la nieve y el frío en el norte, no convence, porque a la mayor demanda por calefacción corresponde menor consumo por desplazamientos.
Lo del 15% por ciento es otra historia y si, por lo menos, sus recursos se utilizasen para pagar la factura mensual de las instituciones públicas, el sacrificio de los ciudadanos recibiría alguna compensación. Pero no hay garantías de que se enfrentará la bancarrota y desbarajuste en la Enee, hay muchos agujeros y poco interés para taparlos. Iniciamos otro capítulo de aquella emergencia de hace dos décadas.