En busca de bienestar material y de libertad, millones de latinoamericanos y de muchas otras latitudes han buscado emigrar hacia los Estados Unidos desde hace más de 200 años. Huyendo de las guerras, de la discriminación o de la pobreza, gente de distintas procedencias se asentaron y se continúan asentando en ese país, con la esperanza de disfrutar de seguridad y de mejores oportunidades sobre todo para las nuevas generaciones. Así, hoy, Estados Unidos es un rico crisol de razas y culturas único y difícilmente superable.
Aunque la migración hacia ese país se llevó a cabo de manera ordenada y legal durante mucho tiempo, en las últimas décadas, y sobre todo, últimamente, la corriente migratoria ha desbordado las fronteras y ha generado una crisis difícil de manejar.
El deterioro de las condiciones de vida, la inseguridad y la falta de libertades en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Haití u Honduras, ha provocado flujos masivos que, como río fuera de madre, se dirige hacia el Norte y parece no poderse contener. Y mientras el panorama no cambie en los países mencionados, nada ni nadie podrá detener la riada de gente que, bajo condiciones inhumanas e inimaginables, cruza Honduras, Guatemala y México para irse a apostar a la orilla del río Bravo, con la ilusión de cruzarlo y así llegar a la tierra de promisión. Ya sabemos que el cruce no garantiza la estadía, que se pasa a vivir en la ilegalidad, casi en la clandestinidad; y que, aunque algunos logran el llamado “sueño americano”, muchos mueren en el intento de lograrlo, otros terminan deportados y otros se ven obligados a realizar trabajos pesados y mal remunerados por su calidad de ilegales.
Claro está que pocos son los que se marchan libre y voluntariamente. En muchos cunde la desesperación o el miedo, y la huida hacia el Norte es el último recurso, luego de haber intentado otros.
Solo así se entiende que familias enteras, con niños de pecho, recorran miles de kilómetros, por todos los medios posibles, para llegar a una frontera que se mantiene cerrada y que obliga a buscar el ingreso por rutas sumamente peligrosas.
Y como las causas del éxito hacia el Norte son bien conocidas, también se saben posibles las medicinas para semejante enfermedad.
Pero son soluciones que no son fáciles de administrar, sobre todo cuando priva la improvisación y falta visión de futuro. Por eso, en los próximos meses, años tal vez, continuaremos siendo testigos de un drama que lleva ya demasiados capítulos.