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09:51 PM

Drama humano

  • 24 septiembre 2021 /

    La situación es insufrible en México y en la frontera con Texas, mientras en Washington no hay visos de una solución al tema migratorio que se ha exacerbado. Basta ver cómo en la última semana empeoró la vida de los desplazados que siguen llegando de Haití, Centroamérica y Sudamérica, inmigrantes que luchan por sobrevivir en condiciones infrahumanas. Y mientras hay desesperación en ciudades enclavadas en la ruta a Estados Unidos, la reforma migratoria también se ha estrellado contra el “no va a pasar” que vienen repitiendo legisladores republicanos que reclaman se apliquen todas las medidas de contención, se bloquee la entrada a indocumentados y que sean devueltos para evitar una catástrofe humana mayor. Y todo está pasando, incluso esas deportaciones exprés que se han triplicado.

    “Las fronteras no están abiertas, si vienen van a ser regresados”, repitió el secretario de Seguridad, Alejandro Mayorkas. “Esta Administración está comprometida con el desarrollo de vías de migración seguras, ordenadas y humanas, pero esta no es la forma de hacerlo”, declaró el funcionario al hablar del cruce masivo de migrantes que trascendió junto a imágenes terribles de agentes de la Patrulla Fronteriza atrapando haitianos.

    En poblaciones como Ciudad Acuña, en Coahuila, México, y Del Río, en Texas, la situación está desbordada y nadie se explica cómo miles —unos 13,000 según medios de comunicación— llegaron a este punto, la mayoría de ellos haitianos que debieron utilizar una diversidad de rutas para cruzar el país azteca. Nadie les detuvo desde que salieron de sitios como Tapachula, en la frontera con Guatemala, donde esperaban una solución —al menos transitoria—, hasta que sus esperanzas se diluyeron. Nadie les resolvió. Por el contrario, Tapachula, la segunda ciudad más poblada e importante de Chiapas, se ha vuelto otra bomba de tiempo. Según informes, hay unos 40,000 centroamericanos y haitianos apiñados en aquella ciudad de 350,000 habitantes, un flujo de migrantes que creció alimentado por las noticias sobre el fin de las duras políticas migratorias impuestas por la administración de Donald Trump. Con los desplazados creció el drama humanitario a niveles inimaginables, en un escenario que requerirá más que las acciones puntuales de detenerlos y devolverlos a la miseria de la que huyen. El drama de los migrantes necesita de una estrategia que atienda las necesidades de quienes ya están ahí, una que toque el corazón, que sea sensible más que práctica, respete sus derechos humanos y permita escucharlos; que les trate como víctimas de malos gobiernos, de huracanes, de sociedades que prefieren voltear la vista y de traficantes que se aprovechan de su vulnerabilidad. Un plan que nos haga olvidar esas persecuciones horrorosas y nos regale un poco de humanidad a todos.