El inicio de un nuevo año resulta propicio para mirar hacia el futuro inmediato, vale decir los doce meses que recién se inician, habiendo dejado atrás las festividades navideñas y la despedida de 2024. Antes del reinicio de las labores cotidianas, sean estas con el sector público o privado, o por cuenta propia, resulta oportuno y conveniente afinar y/ o rectificar, según sea el caso, las metas y objetivos trazados para el 2025, al igual que los recursos materiales y las estrategias que utilizaremos para hacerlas realidad.
Paralelamente, evaluar las formuladas el año que recién feneció, a fin de determinar hasta qué punto fueron cumplidas o no, así como las causales que lo determinaron, nuestro grado de responsabilidad sea por acción u omisión, y las circunstancias externas, que escaparon a nuestro control. De esa manera tendremos una visión de conjunto para reiniciar actividades con una combinación de realismo y optimismo, sin desalentarnos por los reveses a los que debimos hacer frente.
Caer en el pesimismo, fatalismo, desaliento, conduce a la inacción, al derrotismo y la frustración. Siempre existe una segunda oportunidad que debemos saber aprovechar al máximo. Si nuestros recursos intelectuales y materiales no son suficientes, podemos forjar alianzas estratégicas -de mutuo beneficio-, con otras personas de nuestra confianza y crédito, actuando en el marco de la legalidad y la moralidad, en paz con nosotros mismos y con el prójimo.
Lo esencial para seguir adelante es no darse por vencido, ni capitular. Aprender de los errores cometidos para adoptar honrosas y oportunas rectificaciones refleja un alto grado de madurez y equilibrio mental.
Así es la vida: una combinación de lo positivo y lo negativo, lo realizado y lo irrealizado, satisfacciones y frustraciones existenciales, buscando encontrar el punto de equilibrio.
Innovar y no caer en la rutina, explorar nuevas rutas de acción que la praxis nos dirá si son o no las correctas.
Que el entusiasmo y la alegría sean la norma y no la excepción, sin dejarse abrumar por los desalientos. Lo esencial radica en la propia satisfacción de lo que hemos intentado, más allá de lo obtenido. El tiempo avanza y nuestro rezago histórico va creciendo, sumiéndonos en mayores niveles de atraso, pobreza, subdesarrollo. Si deseamos para la actual generación y las venideras una Honduras distinta, en que todas y todos sus habitantes tengan igualdad de oportunidades para su superación personal y familiar, debemos, desde ahora, dar lo mejor de nuestros talentos, voluntades, energías, diariamente, sin claudicar. Ello implica un esfuerzo sostenido, no intermitente, con disciplina y motivación. Solamente el trabajo, el ahorro, la inversión, la educación técnica, han permitido a países devastados por guerras y desastres naturales, el poder recuperarse y alcanzar nuevos estadios de desarrollo e integración de manera armoniosa y pacífica.