Este parque nacional, ubicado en la cordillera de Nombre de Dios, posee su altitud máxima en Pico Bonito, al sur de La Ceiba, con una extensión de 1,072 kilómetros cuadrados y a 2,072 metros sobre el nivel del mar, refugio de especies animales y vegetales en peligro de extinción, clasificado por la legislación nacional en materia ambiental como área protegida en donde no se permite alterar los recursos naturales existentes, está siendo progresiva y sistemáticamente invadida por campesinos, ganaderos y narcos, talando bosques para dedicarlos a cultivos de café y granos básicos, pastizales para alimentar ganado y siembras de hoja de coca, específicamente en su zona núcleo, en donde se ubica el Refugio de Vida Silvestre Texiguat.
En agosto del corriente año se formó el Segundo Batallón de Protección Medio Ambiental en el municipio de San Francisco, Atlántida, que tiene a su cargo la vigilancia de tal ecosistema, el cual ubicó una carretera clandestina de aproximadamente siete kilómetros que partiendo de Yoro penetra hasta la zona núcleo, localizando asentamientos y laboratorios para procesar hoja de coca, procediendo a su destrucción.
Lo difícil del acceso por lo escabroso de las montañas que lo circundan hace de esta zona santuario ideal para evadir a las autoridades civiles y militares, ejerciendo actividades criminales, activando su destrucción implacable, todo lo cual ha quedado durante mucho tiempo en la impunidad ante la ausencia de vigilancia, en el proceso, dañando irreversiblemente el frágil equilibrio ecológico, erosionando los suelos, reduciendo las fuentes hídricas y los caudales de los ríos Cuero y Salado, provocando incendios forestales, la propagación de plagas y enfermedades, aparte de privatizar ilícitamente tierras de propiedad estatal.
Estas invasiones están ocurriendo simultáneamente en la biosfera del Río Plátano, Gracias a Dios, Olancho, Colón; los parques nacionales Punta Sal, Atlántida; La Muralla y Sierra de Agalta, Olancho; Montaña de Botaderos Carlos Escaleras, Tocoa, Colón; Azul de Meámbar, al este del Lago de Yojoa, Cortés y Comayagua; La Tigra, al nordeste de Tegucigalpa, así como en la reserva forestal antropológica de la Montaña de la Flor, Yoro y Francisco Morazán.
Y quienes en defensa del medio ambiente se oponen a tales usurpaciones y las denuncian públicamente son objeto de amenazas, represalias y asesinatos, siendo el más reciente caso el del ambientalista Juan Antonio López, habiéndose capturado a tres supuestos autores materiales, no a los autores intelectuales, a pesar de las protestas de diversos sectores para que se aplique justicia hasta llegar al fondo de esta sórdida y dramática conspiración tramada por poderosos intereses que permanecen en la impunidad.