26/03/2024
10:27 AM

De pie

    De nuevo la naturaleza ha hecho de la suyas en la costa norte de Honduras. La zona más productiva, la que más aporta el Producto Interno Bruto, la que más exporta, ha sufrido los embates de fuertes lluvias y con ellas inundaciones y pérdida de vidas humanas y bienes materiales que suman millones. Las escenas de los ríos fuera de madre, llevándose a su paso todo lo que encuentran por delante no solo trae a la memoria el azote de Eta y Iota, que tanto daño causaron a finales de 2020, sino, incluso, al fatídico y sumamente destructor huracán Mitch.

    Sin embargo, la gente que habita esta zona del país es poseedora de una resiliencia francamente ejemplar. En el caso de La Lima, luego de las evacuaciones preventivas por la amenaza que presentaba la crecida del Chamelecón, han regresado en buena parte a sus hogares y han abierto al público sus negocios como manifestación de su deseo de que la vida debe continuar y que al mal tiempo se debe poner buena cara. Los limeños siguen de pie.

    La experiencia vivida por miles de compatriotas en el occidente del país, sobre todo en Santa Bárbara y Copán, así como en los antiguos campos bananeros de El Progreso y otros municipios del valle de Sula, ha sido trágica. Abandonar sus hogares, ver alterada completamente su rutina diaria, convivir en espacios abiertos con personas extrañas, dormir casi a la intemperie en la mediana de un bulevar, pasar hambre y frío, resulta una lista de situaciones complicadas para las que nadie está psicológicamente preparado. Se pasa miedo, incertidumbre, desesperación, por lo menos. Afortunadamente, la mano solidaria de particulares, empresa privada y gobierno no se ha hecho esperar y, en medio de la desgracia, estos hermanos nuestros han visto y sentido que no están solos.

    Sin embargo, este círculo vicioso debe cerrarse. No podemos, cada vez que llega septiembre u octubre, hacer acopio de cuanto se debe poner a salvo, y, todos los que viven en las zonas de riesgo, abandonar las casas, esperar que baje el agua, regresar al mismo lugar, estar ahí durante la época seca, para volver a salir corriendo el año que viene. La complejidad del problema dificulta su resolución; pero la situación debe cambiar de manera permanente. Año tras año, gobierno tras gobierno, se ha pospuesto la realización de las obras indispensables para poner fin al calvario de miles de hondureños. Los trabajos a ejecutar exigen recursos considerables y no se hacen de la noche a la mañana, pero por alguna parte se debe comenzar.

    Se trata de contribuir no solo al desarrollo de la región sino de traer paz a los miles de hondureños que la habitan.