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De la misma sangre

  • 31 mayo 2023 /

    En muchas empresas alrededor del mundo se prohíbe, o por lo menos se evita, que familiares o parientes laboren de manera simultánea en áreas de trabajo común. De esa manera se impide que haya en ellas “conflictos de interés”, porque lo cierto es que los lazos de sangre o las relaciones por afinidad terminan distorsionando las relaciones que deben existir en una entidad en la que se busque propiciar un sano clima laboral.

    La consanguinidad o la afinidad en los ambientes de trabajo usualmente producen, por lo menos, complicidad, falta de objetividad, poca transparencia y ausencia de equidad de cara al resto de los colaboradores de una empresa pública o privada. Es natural que, si se comparten actividades laborales con la esposa, los hijos, los hermanos, los primos, los sobrinos, los cuñados, etc. habrá un trato diferenciado hacia ellos; se buscará favorecerlos de distintas maneras y se pondrá en desventaja a las demás personas con las que se comparten tareas.

    De hecho, el nepotismo es un vicio; es una práctica malsana que debe evitarse en cualquier ambiente de trabajo. Históricamente, este vicio surge en momentos en los que se buscaba proteger o beneficiar a uno o varios miembros de una familia o para asegurar la lealtad ante los vaivenes sociales.

    En algunos casos, el nepotismo ha producido regímenes en los que los puestos se heredan o una familia o un grupo de ellas hacen usufructo del estado como si fuera un bien particular. La lejana Corea de Norte o la cercana Nicaragua son ejemplos claros de nepotismo enquistados que buscan la fidelidad ciega hacia los que ostentan el poder, aunque el pueblo rechace a los autodenominados líderes.

    El nepotismo descalifica, de entrada, la meritocracia. Porque el mérito radica en ser familiar o pariente del que detenta el poder, aunque se carezca de formación profesional específica o capacidad. El nepotismo vuelve innecesario el esfuerzo por formarse, por estudiar, por hacer currículum, porque la preparación sobra ante los lazos familiares.

    Y el mensaje que se envía a la gente joven es nefasto, porque lo que se le hace ver es que aspirar a obtener un grado académico es inútil y que lo que cuenta para trabajar en el gobierno es formar parte del clan, de la tribu.

    De ahí que sea urgente que se desengavete el proyecto de ley contra el nepotismo que desde hace tiempo “duerme” en el Congreso de la República. El interés de Honduras está por encima de personas, grupos o partidos. Por eso hay que legislar para que haya una gobernanza diáfana y ajena a todo tipo de corruptelas.