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Corrupto, no

  • 24 marzo 2019 /

La lucha contra la corrupción, necesaria para la supervivencia de la mayoría de los hondureños.

    “Pecador, sí; corrupto, no” es la contestación lapidaria del papa Francisco a la pregunta de un periodista en la que se extrae la esencia misma de la naturaleza humana y la coyuntura de quienes, en ambiente de poder, se posesionan, disfrutan y multiplican su apariencia en la sociedad en detrimento de la justicia y daño a la población. Recientemente un religioso no sólo explicaba, sino que justificaba a los actores corruptos, el pontífice dejó nítidamente expuesta la doctrina tradicional de la Iglesia, perdón siempre, pero con reparación del daño. Si es robo, devolución; si es malversación, reparación; si es corrupción, robo agravado por situación de poder, también devolución con lo que en la comunidad religiosa habrá perdón también, pero en la sociedad, pena dictada por la justicia.

    Señalamos lo anterior porque han surgido voces de que el mensaje bíblico enseña el perdón, la comprensión y la benevolencia, y es cierto, pero hacer justicia no está condicionada a creencias, a ideologías y, muchos menos, a influencias y posiciones de poder, aunque con frecuencia da la impresión de que se levanta la venda, no es ciega, para echar un ojo a quien llega al tribunal. Pero eso es harina de otro costal.

    La corrupción es como esos pantanos chupadizos que vos pisás y querés salir, y das un paso y te vas más adentro, más adentro, más adentro, y te chupó. Es una ciénaga… Eso sí es la destrucción de la persona humana”, imagen de una situación “en carne viva”, plasmada en canciones, películas y comentarios para significar dolor, desolación, agonía, que vivimos aún los hondureños y la que tratamos de eliminar, pese a la gran oposición de los señalados, los por señalar, los requeridos y los condenados.

    La lucha contra la corrupción, necesaria para la supervivencia de la mayoría de los hondureños, genera poderosísimas fuerzas de oposición y rostros angelicales que, como dicen en el pueblo, “nunca han roto un plato”. “Una podredumbre barnizada: esta es la vida del corrupto” que contrasta aquello de “perdón, setenta veces siete”. Nada extraño que religiosos serios, de confesiones distintas, hayan dado a lo largo de los años y sigan dando la voz de alerta, pues la acelerada expansión en nuestra sociedad ha llegado a cáncer casi a nivel de metástasis por lo que la cirugía alcanza niveles de alto riesgo en la identificación y extirpación de toda contaminación y sus focos.

    Sin prisa, pero sin pausa es el lema para fundamentar sólidamente las causas ya que, desgraciadamente, pese a las evidencias aquello de asumir responsabilidades políticas o penales no entran en el ideario ético individual y colectivo.