05/12/2025
06:51 AM

Convivir con
la adversidad

    En las últimas semanas en dos ocasiones hubo suspensión de clases en el sistema educativo primario y medio debido a la llamada “emergencia ambiental”. La semana anterior, las universidades públicas y privadas también se vieron obligadas a volver a la teledocencia, en buena parte herencia de la pandemia, porque se consideró prudente no exponer a los jóvenes a las micropartículas de sustancias tóxicas suspendidas en el aire.

    Ahora, con el cercano inicio de la temporada de huracanes en el Caribe, se ha advertido que, por lo menos, dos de estos fenómenos atmosféricos podrían llegar a Honduras; con lo cual, en la medida en que se dicten las respectivas alertas, podrían darse en la segunda parte del año nuevas alteraciones en el calendario académico nacional.

    Se entiende que las autoridades del ramo, las encargadas de velar por el bienestar y la seguridad de la población, Copeco principalmente, están obligadas a establecer estas alertas y a poner los medios para que no se corran riesgos innecesarios y se salvaguarde la salud pública y, sobre todo, las vidas humanas.

    Sin embargo, debemos ir más allá. Honduras está ubicada en una zona del planeta en la que los fenómenos atmosféricos extremos son parte del día a día, y, con el cambio climático, podrían volverse más frecuentes o peores, por lo que, en la medida de lo posible, deben tomarse medidas para que nuestros niños y jóvenes no vean afectado su aprendizaje con frecuentes interrupciones de clases y de otros espacios pedagógicos.

    La pandemia del covid 19 provocó en el mundo entero una revolución educativa que llevó al uso intensivo de tecnología y a nuevas maneras de transmitir conocimientos y desarrollar competencias en los estudiantes de todos los niveles. Y el futuro no parece dirigirnos a otra parte. No tenemos más remedio que convivir con la adversidad, es necesario que nos preparemos para un panorama no tan esperanzador, pero que no tiene por qué ser tan trágico ni apocalíptico. La mira debe estar puesta en lograr que nuestros niños y jóvenes no estén a la deriva ni queden postergados en su progreso educativo, sino que, con las dificultades del caso, puedan continuar aprendiendo.

    Y aquí, de nuevo, no debemos esperar que el Estado lo haga todo. El rol de los Estados modernos es más bien subsidiario; entran donde los esfuerzos de los ciudadanos necesitan ser articulados o auxiliados, pero no sustituidos. De modo que, es tarea de todos buscar las maneras de que ante cualquier tipo de emergencias el pan del saber nunca se aleja del alcance de nuestra población más joven.