Cuando funcionarios públicos del más alto nivel emiten declaraciones prometiendo construir infraestructura: puentes, bordos, hospitales, escuelas, carreteras, lo hacen en tiempo futuro, generando expectativas que de no convertirse en realidad provocan frustraciones colectivas al no ver convertidas en realidades tales promesas, aún y cuando, como en la actualidad en que la población está doblemente afectada por epidemias y desastres naturales, es de urgente necesidad el actuar en tiempo presente, dada la gravedad de la coyuntura dramática en que estamos inmersos.
Obviamente, la credibilidad y el contraste entre lo prometido y lo realizado quedan en total evidencia, en perjuicio de quienes han practicado demagogia para crear una falsa imagen de dinamismo, competencia, eficiencia que la realidad objetiva deja al desnudo que lo que se busca es acallar las demandas colectivas, postergándolas para un nebuloso mañana.
Lo prudente y sensato es abstenerse de pronunciarse cuando no se cuenta ni con recursos materiales para concretar lo prometido, ni con voluntad política para implementarlo.
Suficientes desengaños y falsas promesas han recibido el pueblo para continuar sumando otras adicionales, lo que provoca justificado escepticismo, incluso cinismo entre la ciudadanía, al extremo de ya no creer en nadie ni en nada, lo que es peligroso para la indispensable gobernabilidad y continuidad de nuestro incipiente sistema democrático.
Cuando eso sucede, surgen personajes mesiánicos, falsos profetas, que se creen y proyectan como los redentores, los que si serán capaces de superar las condiciones actuales para conducir a la nación, finalmente, hacia la prosperidad y felicidad individual y colectiva. Las masas se aferran, en su desesperación a tales cantos de sirena, sin reparar que están siendo manipulados e incluso engañados, con el fin de captar apoyos sacrificios por parte de las colectividades, para objetivos personales y familiares por parte de inescrupulosos que tienden a convertirse en dictadores hasta que llega el momento en que son derrocados bien por el pueblo o por otro caudillo emergente, dando paso a esperanzas de cambio que desembocan en nuevas y más graves frustraciones.
Lo que el pueblo necesita y aguarda es la conjugación de los verbos hacer, construir, edificar, hoy, ahora mismo, aquí y ahora, no en un mañana incierto que puede o no concretarse. Las urgencias de todo tipo lo exigen, máxime en tiempos de emergencia y calamidad como los que estamos enfrentando.