En maratónica sesión el Senado de Brasil ha aprobado ayer continuar el proceso, ahora en la etapa de juicio político, a la mandataria Dilma Rousseff y la apartó, por 180 días, del cargo, lo que ya previó la presidenta suspendida, pues desde el miércoles recogió sus cosas personales, las trituradoras de papel tuvieron trabajo extra mientras la labor en el área digital se multiplicaba.
Trece años y algunos meses desde aquel primero de enero triunfante en el que el Partido de los Trabajadores irrumpía de lleno, con masivo respaldo de los brasileños, tras alejar las dudas, las sospechas y hasta el temor de los empresarios, calmados con el acuerdo suscrito. Aquí habrá que recordar las sabias palabras de Carlos Fuentes, cuyo cumplimiento sigue marcando la historia de la humanidad y de los pueblos: “Las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos, y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada”.
La acusación directa y sencilla se puede resumir en la alteración de cuentas públicas para equilibrar los balances, ocultando multimillonarias deudas. Estos, que recuerdan la maniobra en Argentina de maquillar la inflación denunciada por organismos internacionales, es anécdota en relación a Brasil, golpeado por la crisis económica y muy debilitada la credibilidad en la clase política por la gigantesca corrupción en Petrobras.
Las intrigas que no faltan en el escenario político, no deben desviar la atención del problema central, ni alterar el proceso legal contemplado en el campo jurídico brasileño utilizado ya. Lo cual no significa que la presidenta Dilma Rousseff y sus partidarios hayan de hacer mutis por el fondo en silencio, pero sí reconocer con valentía los errores, la carencia de respaldo en los organismos políticos con los que gobernaba.
“Es un proceso jurídicamente inconsistente, injusto y se ha desencadenado contra una persona honesta”, señala Rousseff, quien durante los seis meses que dure la suspensión “mantendrá las prerrogativas del cargo relativas al uso de la residencia oficial, la seguridad personal, la asistencia de salud, el transporte aéreo y terrestre, la remuneración y el equipo al servicio del Gabinete Personal de la Presidencia», señala la notificación que el Senado le entregó.
La vista está en Brasil, pero las miradas abarcan el continente donde el populismo está cosechando derrotas de la mano de la corrupción, del proteccionismo, de programas sociales asistenciales, de expropiaciones y de burócratas desesperados con fórmulas que no funcionan. El desafío: solidez de la democracia y respuestas sostenidas para eliminar la exclusión y la pobreza.
Trece años y algunos meses desde aquel primero de enero triunfante en el que el Partido de los Trabajadores irrumpía de lleno, con masivo respaldo de los brasileños, tras alejar las dudas, las sospechas y hasta el temor de los empresarios, calmados con el acuerdo suscrito. Aquí habrá que recordar las sabias palabras de Carlos Fuentes, cuyo cumplimiento sigue marcando la historia de la humanidad y de los pueblos: “Las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos, y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada”.
La acusación directa y sencilla se puede resumir en la alteración de cuentas públicas para equilibrar los balances, ocultando multimillonarias deudas. Estos, que recuerdan la maniobra en Argentina de maquillar la inflación denunciada por organismos internacionales, es anécdota en relación a Brasil, golpeado por la crisis económica y muy debilitada la credibilidad en la clase política por la gigantesca corrupción en Petrobras.
Las intrigas que no faltan en el escenario político, no deben desviar la atención del problema central, ni alterar el proceso legal contemplado en el campo jurídico brasileño utilizado ya. Lo cual no significa que la presidenta Dilma Rousseff y sus partidarios hayan de hacer mutis por el fondo en silencio, pero sí reconocer con valentía los errores, la carencia de respaldo en los organismos políticos con los que gobernaba.
“Es un proceso jurídicamente inconsistente, injusto y se ha desencadenado contra una persona honesta”, señala Rousseff, quien durante los seis meses que dure la suspensión “mantendrá las prerrogativas del cargo relativas al uso de la residencia oficial, la seguridad personal, la asistencia de salud, el transporte aéreo y terrestre, la remuneración y el equipo al servicio del Gabinete Personal de la Presidencia», señala la notificación que el Senado le entregó.
La vista está en Brasil, pero las miradas abarcan el continente donde el populismo está cosechando derrotas de la mano de la corrupción, del proteccionismo, de programas sociales asistenciales, de expropiaciones y de burócratas desesperados con fórmulas que no funcionan. El desafío: solidez de la democracia y respuestas sostenidas para eliminar la exclusión y la pobreza.