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Antes que llueva

  • 04 mayo 2016 /

    Aunque no es bueno autodifamarse, lo cierto es que los hondureños no nos distinguimos por ser exactamente previsores. Basta con ver las colas que se forman, hasta la medianoche, para hacer el obligatorio pago de los impuestos o averiguar las fechas en las que matriculamos los carros para darnos cuenta de que la diligencia, ese hacer las cosas con prontitud y mucho antes de que se presenten los plazos fatales, no forma parte aún de nuestro vocabulario y menos de nuestra conducta. Excepciones honrosas las hay, no hay duda, pero seguramente para confirmar la regla y para poco más.

    Los encargados de mantenernos informados sobre el clima y su impredecibilidad ya días nos vienen diciendo que la época lluviosa está cercana, que el invierno, como incorrectamente decimos los hondureños, está a la vuelta de la esquina. En principio, a partir del día quince de este mes, va a comenzar a llover en algunas zonas y luego tendremos lluvias copiosas hasta octubre, con el normal cese que se suele dar en agosto, el veranillo que llamamos. Esta es, definitivamente, una buena noticia para nuestra gente del campo que, a fuerza de no tener otros recursos para el riego ni suficiente tecnología, cifra sus esperanzas en el cielo, hacia donde no deja de ver a medida que nos adentramos en mayo.

    En las ciudades, las razones para estar alegres, menos en las que hay racionamiento, van acompañadas también de preocupaciones. En la capital, para el caso, los sistemas de drenaje no son suficientes en algunas zonas y cada vez que cae un aguacero fuerte se oyen los pedidos de auxilio procedentes de los mismos lugares: ciertos sectores de la colonia Kennedy, los barrios y colonias aledaños a la quebrada La Orejona, la zona de los mercados en Comayagüela, solo para poner algunos ejemplos.

    En general, los problemas que causa la lluvia en Tegucigalpa tienen su origen en los malos hábitos sanitarios de sus habitantes. En el caso de los mercados, da pena ver la cantidad de basura que es lanzada a la calle y que obstruye totalmente los tragantes, por generosos que sean. En otros casos lo que hay es una pésima planificación urbana que se refleja en la construcción de viviendas en el cauce del río Grande o Choluteca, sobre rellenos mal compactados o sobre fallas geológicas; es decir, lugares no aptos para hacerlo.

    Por ahora, las alcaldías de las ciudades más importantes del país han comenzado a hacer limpieza de cunetas y tragantes en distintos puntos de las ciudades, pero ninguna labor preventiva en ese sentido será suficiente si cada uno de los ciudadanos no toma conciencia de su responsabilidad personal para prevenir daños a tiempo y no hasta que tenga el agua al cuello.