El 15 de septiembre de 1842 fue fusilado, en San José de Costa Rica, el máximo héroe unionista centroamericano, don José Francisco Morazán Quesada. En Honduras se conmemora hoy, día 14, para que las fiestas de independencia no se vean opacadas por ese negro nubarrón que significa la muerte de un hombre cuyo delito fue soñar con una Centroamérica unida, libre y respetada. Por lo anterior este día, en nuestro país, el pabellón nacional se iza a media asta, en señal de duelo.
Hoy, vale la pena reflexionar sobre la deuda que el istmo entero tiene con Morazán, para profundizar en las razones de su lucha integracionista y de la permanencia de sus ideas en la búsqueda de un futuro mejor para la región. Porque, como suele suceder con los héroes y con los santos, se convierten en objeto de culto y admiración, cuando eso no basta, porque debemos conocerlos no para lo anterior sino para que sean objeto de imitación, para darle continuidad a sus proyectos.
Desde la escuela primaria se hace una aproximación bastante superficial de Morazán. Se destaca su vertiente militar, pero, en el contexto actual no es lo que más debería importarnos, sino sus planteamientos sobre la impartición de justicia, sobre educación, sobre todos aquellos asuntos que continúan siendo un reto para los hondureños y un obstáculo para la marcha hacia el progreso. La clarividencia morazánica sobre la manera de enfrentar esos problemas debe convertirse en objeto de estudio y análisis científico para que podamos pasar de la lírica a la acción.
En Honduras hay cientos de escuelas y colegios, una universidad incluso, que llevan su nombre; pero los niños, jóvenes y adultos que ahí se forman tienen una visión más bien idealizada de Morazán, han recibido información sobre algunos datos biográficos del héroe, tal vez sepan el himno que le dedicara Froylán Turcios, pero poco más.
El ideario morazánico es más bien desconocido en Honduras.
Por lo anterior, además de la bandera a media asta, duelo justo y bien sentido, los hondureños tenemos la obligación moral de estudiar a Morazán el pensador, el que propuso soluciones a los problemas de Centroamérica, el que demostró con hechos su amor por estas tierras. Que, además de las coronas de laurel que, seguramente, hoy serán depositadas a los pies de sus bustos y estatuas, hagamos votos por una mejor nación en la que se haga algo por volver realidad aquellos sueños que lo llevaron a la muerte.