Pero no podemos olvidar que las encuestas hace cuatro años decían más o menos lo mismo. Una encuesta de la AP del 26 de ocutubre de 2016 le daba a Hillary Clinton una ventaja de 14 puntos sobre Trump. Y el final no fue así.
Trump, electoralmente, sigue siendo un misterio. Hay gente que no le dice a los encuestadores por quién va a votar o que oculta su preferencia.
El mismo centro Pew explicó en un reporte por qué los encuestadores se equivocaron tanto en 2016: “Algunos han sugerido que los encuestados sencillamente no fueron honestos sobre por quién iban a votar. La existencia de estos ‘trumpistas tímidos’ sugiere que votar por Trump era socialmente indeseable o mal visto.”
Es muy posible que todavía siga siendo mal visto. No es sencillo defender entre amigos, en la familia o en el trabajo a una persona que ha hecho comentarios racistas y sexistas. Sea quien sea. Y Trump ha hecho muchos.
Sí, sí dijo en 2015 que los inmigrantes mexicanos eran “violadores” y criminales. También dijo en 2017 que en una manifestación de grupos neonazis y ultraderechistas en Charlottesville había “gente muy buena en ambos lados” y en el primer debate presidencial se negó a condenar a grupos supremacistas blancos y, por el contrario, le pidió a los Proud Boys -considerado un “grupo de odio” por el Southern Povertly Law Center- que “estén listos”.
Trump también ha hecho comentarios sexistas. En una cinta del programa Access Hollywood se escucha a Trump decir que puede agarrar a las mujeres de sus genitales solo porque él es una “estrella”.
Y hace poco, en una entrevista con Fox Business, Trump calificó como un “monstruo” a la senadora Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia por el Partido Demócrata.
Todos estos comentarios de Trump apoyan y promueven el racismo y la discriminación. Y no hay manera de defenderlos en público. Por esto, quizá, a muchas personas no les gusta decir que votaron por Trump o que lo van a hacer el próximo 3 de noviembre. Me pregunto si, esta vez, las encuestas sí han incluido a estos “trumpistas tímidos” u ocultos.
Trump cree que va a ganar otra vez.
Durante un acto de campaña el 20 de agosto dijo que “la única manera en que ellos (los demócratas) van a ganar es en una elección fraudulenta.”
De hecho, en varias ocasiones se ha negado a decir que va a reconocer el resultado de las elecciones presidenciales. “No voy a decir que sí”, refirió en una entrevista en FoxNews el 19 de julio. Y luego, el 29 de septiembre, fue más allá. Les pidió a sus seguidores que “vayan a las urnas y las vigilen cuidadosamente” porque esto “significa que hay una elección fraudulenta”.
La gran pregunta -electoral y legal- es ¿qué pasaría si Trump pierde y no reconoce su derrota? No hay, hasta el momento, ninguna evidencia de fraude en estas elecciones a nivel nacional. Y su negativa a aceptar los resultados -cuando las encuestas dicen que podría perder- es una grave amenaza para esta democracia de más de dos siglos. Este es el tipo de cosas que escuchamos de dictadores en América Latina, no en Estados Unidos.
Este país siempre ha tenido un pacífico traspaso de poder de un presidente a otro. Pero eso no quiere decir que en todas las elecciones ha sido fácil escoger al ganador. En 2000, la Corte Suprema tuvo que intervenir para detener el conteo de votos y darle la victoria a George W. Bush. Y es posible que, si hay una elección muy cerrada, esa misma corte vuelva a intervenir.
Por eso es tan importante el papel que tendrá la jueza Amy Coney Barret si es confirmada, como se espera, a la Corte Suprema de Justicia en reemplazo de Ruth Bader Ginsburg. Eso crearía un desbalance ideológico, con seis jueces conservadores y solo tres liberales.
En su audiencia de confirmación, Barret se rehusó a decir si se retiraría temporalmente de la Corte en caso que tuviera que decidir sobre un asunto vinculado a Trump y la votación.
Sin embargo, negó tener una alianza o compromiso con el Presidente y dijo que “no permitirá que la utilicen para decidir esta elección”.
Si las encuestas de 2020 son casi iguales que las de 2016 -con Trump muy detrás del candidato demócrata- entonces ¿pudiera haber el mismo resultado?
Bueno, este año hay una gran diferencia: la pandemia, los más de 220,000 muertos en Estados Unidos, y el confuso manejo de esta crisis por parte del Gobierno federal.
Es posible que muchos votantes le perdonen a Trump sus comentarios racistas y sexistas, sus mentiras -más de 20 ,000 según The Washington Post- y sus malas costumbres autoritarias. Pero ¿le perdonarán los muertos y los más de ocho millones de contagiados? Eso lo sabremos en unos días.