19/04/2024
02:04 PM

Walter López, tres veces ejemplar

Juan Ramón Martínez

Walter López, fallecido recientemente, aunque trabajó ejemplarmente al lado de Carlos Roberto Reina, siempre supo que si se “encontraba en un grupo donde él era el más inteligente, estaba en el lugar equivocado”.

Aunque estuvo cerca de su tío Osvaldo López, no lo imitó; estuvo al lado de Álvarez Martínez y no lo siguió; y, aunque, pudo aprovecharse de Suazo Córdova, más bien lo frenó y lo puso en su lugar. En fin, aunque fue militar, prefirió la vergüenza de la indisciplina de sus compañeros y subordinados, callándose por amor a la institución.

En conclusión, Honduras tuvo en Walter López Reyes, un hombre honrado, de bien, demócrata, respetuoso de las instituciones y esclavo de la ley, cosa que es poco frecuente en este momento en que la intolerancia, el egoísmo y el narcisismo están ahogando las últimas posibilidades para que salvemos a Honduras de su desaparición el 2050, como lo anuncia Yuval Harari.

A Walter López lo conocí en 1965. Ya era piloto y muy amigo de las bebidas como casi todos los aviadores, como les decían en Olanchito, en fórmula admirativa dirigida a Enrique Soto Cano, el único que, en moralidad y cumplimiento del deber, se le compara al ilustre fallecido. Su hermano Francisco López, cónsul en San Francisco, me encomendó le trajera una hoja doble de afeitar que eran el último grito de la Gillette. Lo encontré junto con otros pilotos posiblemente en “El Pollito Dorado”, en el barrio Abajo.

Pregunté por él. Se puso de pie y le entregué la encomienda. Me dijo gracias; y siguió, en sus faenas. Cuatro años después, supe de sus acciones en la guerra del 69 y su aterrizaje en una finca bananera en Guatemala.

Desde la comandancia de la Fuerza Aérea impuso su estilo democrático que no le gustó a Álvarez Martínez, “infantero”, formado en Argentina y, posiblemente, el más disciplinado y organizado de los militares hondureños.

Pero el más impolítico que hayamos tenido. Circuló la especie que había juzgado negativamente el comando de López Reyes.

Y lo amenazó. Igual que anunció la remoción de los comandantes de batallón que los movería de sus posiciones con dos meses de anticipación.

López Reyes y Navarro lo capturaron en San Pedro Sula y telefónicamente, como se dan los golpes de estado militares, los comandantes se fueron sumando. Gracias a Walter López, las Fuerzas Armadas evitaron la guerra con Nicaragua; pero no pudieron interrumpir la colaboración con los salvadoreños. Buscó un arreglo de cooperación duradera con los estadounidenses, preparando una propuesta que me mostró en su residencia en las Lomas -la única vez que me invitó- sin éxito.

En 1985, moderó el continuismo de Suazo Córdova. Una llamada inexistente suya bastó para frenar una ridícula moción. Y la opción B, salvó el proceso electoral. La destitución con la cual lo hicieron víctimas sus compañeros no se la mereció. No todos los militares están hechos de barro bueno. Como designado presidencial, con un gobernante poco aficionado al trabajo, en la práctica, dirigió la administración y lo hizo muy bien, con moderación democrática, llevándonos por medio de comicios, a la elección de Carlos Flores.

Aunque nunca fuimos amigos, nos saludábamos con respeto y él sabía que le guardaba cariño y admiración. Ante su muerte, no quise con mi presencia turbar el coro de admiración que los muchos hombres de uniforme y políticos democráticos, le dispensaron como homenaje a su cívica conducta republicana. Me reservaba para que, cuando algunos creyeran que lo habíamos olvidado y menospreciado, ponerlo como el mejor ejemplo de militar, cívico, democrático, obediente a la ley y a la república. Y nunca a los políticos.