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Voló el placer del avión

  • 20 febrero 2023 /

Después del ataque a las torres gemelas, cuando se estrecharon las medidas de seguridad en los aeropuertos, un amigo mío que viajaba en un vuelo con escalas de Nueva York a San Pedro Sula, estuvo a punto de ser detenido por una broma inoportuna. Resulta que en el retén de migración estadounidense se disparó la alarma en el momento en que su maleta de mano pasaba por el detector electrónico. Al preguntarle qué llevaba en el equipaje, él contestó sonriente: ¡una bomba! Antes que mi amigo intentara aclarar que solamente estaba bromeando, ya era registrado en un apartado del aeropuerto como si se tratara de un terrorista. Afortunadamente los especialistas en detección de aparatos explosivos descubrieron que lo que disparó la alarma fue un juguete que funcionaba a base de baterías. Entonces, el viajero fue dejado libre en el momento en que el avión estaba a punto de despegar.

El mundo dio un cambio vertiginoso después de aquel ataque funesto a los emblemáticos edificios y por tanto en el sistema de navegación aérea. Ahora los viajeros ya no pueden cargar en su equipaje de mano ni un cortaúñas o un desodorante en aerosol porque la seguridad cree que podrían ser utilizados como armas para intimidar a un sobrecargo y llegar hasta la cabina del piloto.

Los amantes del buen beber recuerdan con nostalgia los tiempos cuando, en cuanto la aeronave tomaba altura, pasaban entre las filas de asientos, simpáticas aeromozas empujado un carrito rebosante de bebidas espirituosas, jugos y refrescos enlatados que ofrecían gratuitamente a los viajeros. Luego volvían con incondicionales comidas tipo gourmet que convertían al avión en una especie de restaurante en las alturas. Estos mismos servicios siguen ofreciendo algunas aerolíneas, pero ahora son pagados en dólares con tarjetas internacionales de crédito.

Debido al creciente costo de los pasajes aéreos, han surgido aerolíneas que consideran el bolsillo de los viajeros, pero a cambio que estos soporten la estrechez de sus aeronaves y el sacrificio de viajar de noche, con la consiguiente somnolencia de sus escalas.

Hasta hoy ni las más modernas aerolíneas han podido solucionar el eterno problema de las maletas que tienen que arrastrar con dificultad los usuarios y que a veces, por diferentes razones, no llegan a su destino con sus dueños. Tal vez en algún futuro puedan ser manejadas a control remoto. Algo que duele a los viajeros es que al momento que las aerolíneas pesan sus equipajes les cobren un elevado recargo por sobrepeso. Una compañera de viaje comentó que le cobraron casi el costo de otra maleta por ocho libras más de las que debía pesar. “Este es el verdadero negocio de la aerolínea”, especuló la dama. Comprobé que ella, como otras personas, no viajaba por placer sino por necesidad.