Los hondureños hemos adoptado, como norma de vida, andar al garete. Esta expresión se la escuché a mi madre, pero está incluida en el Diccionario de la lengua española. Volviendo al asunto del primer renglón y para salir de muchas dudas cuando he estado dándole vueltas en mi cabeza a este asunto, fui en busca de la Ley de Policía y Convivencia Comunitaria y vi que ahí está dicho todo y muy claro para los alcaldes municipales. Al mismo tiempo, me ha quedado en evidencia que las autoridades municipales no buscaron el voto para enfrentar los problemas comunitarios ni para hacernos volver a la vida basada en las reglas claras para la convivencia armónica y pacífica, sino para satisfacer egos o para acrecentar las arcas personales y como está claro que quieren reelegirse, pues se hacen de la vista gorda y evitan el enfrentamiento con los malos ciudadanos para hacerles cumplir con la ley y así no poner en peligro los votos.
Esta indiferencia de las autoridades municipales ha conducido a que más de medio centenar de compatriotas hayan muerto víctimas del dengue. En otro país con mayor sentido de la responsabilidad de las autoridades, los munícipes estarían enfrentando la justicia por evadir cumplir con la ley y enviar a los ciudadanos a que mantengan limpias aceras y calles a que mantengan los solares baldíos u ocupados libres de maleza para evitar la proliferación del zancudo transmisor de la mortal enfermedad. Aquí también incurren en responsabilidad las municipalidades porque no limpian las medianas y los arriates en la vía pública y permiten que en ellos el crecimiento indebido de la maleza se vuelva criadero de mosquitos. Hay en Nicaragua una ciudad muy limpia en donde todos los ciudadanos se esmeran por mantener sus calles libres de basura y llenos de jardines las medianas y los arriates situados frente a sus viviendas o negocios. La ley habla de la prohibición de que los comerciantes ocupen las aceras para exhibir su mercancía o que los talleres utilicen la calle para colocar los aparatos o los autos que tienen en reparación o que algunos ciudadanos estacionen chatarras en las calles o que tiren materiales de desecho y basura en la vía pública.
La ley es clara cuando prohíbe hacer las necesidades fisiológicas en plena calle, que los peatones o pasajeros tiren basura en las calles, que los establecimientos comerciales escandalicen con sus aparatos de sonido, que deambulen en las calles animales domésticos, sobre todo perros que se encargan de esparcir la basura. También es prohibido que vagos, borrachos y predicadores se tomen los parques o las plazas públicas, convirtiendo estos sitios, que se hicieron para esparcimiento de la ciudadanía, en parajes de alto riesgo.
Es obligación de los ciudadanos mantener sus viviendas y negocios en buen estado: limpios, pintados y con sus aceras aptas para los transeúntes.
Hay, sobre todo en la capital, un olvido total del cuidado de la integridad física y de la vida de los peatones. Todo está pensado en los autos como si fueron los aparatos sobre ruedas los que fueron a las urnas. Las municipalidades no regulan a los negocios que, previa apertura, deberían demostrar que tienen espacios para el estacionamiento y no usar la vía pública; algunos propietarios incluso ponen obstáculos para solo permitir, abusivamente, estacionarse a sus clientes.
Pero si hay asunto que es urgente regular con la aplicación estricta de la ley, es el comportamiento irracional de los conductores que, frente a la impunidad que han impuesto la Policía de Tránsito y las autoridades municipales, hacen lo que les viene en gana en detrimento de la seguridad ciudadana: se estacionan en donde les viene en gana para subir y bajar pasajeros, bajan pasajeros cuando el bus está en movimiento, incluso, en los carriles de la izquierda, casi siempre impidiendo el libre tránsito, se estacionan en las bocacalles cuando hay una cola, se adelantan irregularmente y conducen los choferes como almas que se las lleva el diablo, no respetan los semáforos ni los escasos pasos peatonales, que tampoco usan los ciudadanos y estos cruzan las calles en donde les viene en ganas, acortan curvas en los redondeles. ¿Será posible que viviendo así podríamos restablecer una adecuada convivencia ciudadana? ¿Querrán venir turistas a nuestras ciudades con calles llenas de heces, con autos conduciéndose alocados, con espacios públicos utilizados abusivamente, con aceras llenas de basura y comercios ilegales, con inseguridad por la delincuencia y por las condiciones antihigiénicas? ¿Será estético y digno de nuestros espacios urbanos ese enredijo de cables en los postes del alumbrado público? Todo está en manos de las municipalidades y la policía. Vienen pronto las elecciones y quizá debamos darles una adecuada lección. Porque vivir al garete no es lo mejor.
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