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“Viator”

  • 07 septiembre 2022 /

Desde el pasado 5 de septiembre me encuentro embarcado en una peregrinación junto a 26 hermanos hondureños, con los que recorreremos la llamada ruta mariana del pirineo central de Europa (Lourdes, Torre-Ciudad, El Pilar y Monserrat), junto a otros santuarios dedicados a la santísima Virgen María como Fátima ( Portugal) y Loreto (Italia), en un periplo que hemos llamado: “Caminando hacia la casa de la Madre”.

Toda peregrinación cristiana debe ser entendida como símbolo de la existencia humana, pues todo hombre y mujer es peregrino ( a) en esta tierra, como decía San Agustín somos “homo viator” (hombres que viajan), seres en movimiento que no están completamente realizados y que por tanto viven una dinámica de perfeccionamiento hasta alcanzar la plenitud, la estatura del hombre perfecto (Ef 4,13).

Este “hacerse y construirse ” del ser humano es un camino, una peregrinación por el tiempo y su historia, y en consecuencia su vida no es solo biología, sino sobre todo biografía.

Respecto a la devoción mariana, el papa Juan Pablo II afirma en Redemptoris Matter que cada uno de nosotros debe tener claro que no se trata solo de una necesidad del corazón, de una inclinación sentimental, sino que corresponde también a la verdad objetiva sobre la Madre de Dios.

María es la nueva Eva, que Dios pone ante el nuevo Adán - Cristo, comenzando en la Anunciación, a través de la noche en Belén, en las bodas de Caná, en la cruz sobre el Gólgota, hasta el cenáculo en Pentecostés: la Madre de Cristo Redentor es la Madre de la Iglesia”.

Por todo esto, las peregrinaciones cristianas como signo exterior de un camino interior, nos hacen apreciar la necesidad de estar siempre en movimiento, abiertos a las sorpresas del trayecto y sobre todo sintiéndonos necesitados y dependientes exclusivamente de Dios, anhelando llegar a la meta que es Cristo, pero disfrutando y sabiendo vivir el camino hacia Él.

Ahora bien, los cristianos sabemos que a Dios se le “adora en espíritu y en verdad” (Jn 5,23-24) y por tanto, aunque determinados lugares y ambientes pueden ayudar a la piedad y aun a la fe, estos no le son esenciales, por lo que solo el hecho de venir a ellos no garantiza ninguna experiencia, efecto automático o conversión a quien la realiza.

Para ello es necesario la disposición del corazón, para que como dice el escritor Jaime Villalta Berbel, experto en las apariciones de la virgen de Fátima, el turismo se vuelva oración para que esta produzca autentica conversión.