25/04/2024
09:30 AM

Una virtud que hoy incomoda

Roger Martínez

Hay virtudes humanas, hábitos éticos, que hoy tienen mala prensa, que resultan impopulares, incómodas. Hablo de la humildad, por ejemplo, o de la sencillez, de la sinceridad incluso. La gente asocia la humildad con pobretería o con estupidez, o la sencillez con candidez. Y la sinceridad es vista con desconfianza porque se suele esconder las verdaderas intenciones, se miente olímpicamente para obtener ventajas y se engaña en beneficio propio sin el menor empacho.

Sumo a estas las virtudes que se desgajan de la virtud cardinal de la fortaleza. Me refiero, en concreto, a la sobriedad. A ese hábito ético que nos permite hacer un uso racional de los bienes materiales, a evitar los gastos innecesarios, a no dar lugar a los excesos.

Sobre todo, en épocas del año como la que estamos viviendo, y en la que se invita, por activa y por pasiva, a excederse en todo: en las comidas, en las bebidas, en los gastos, etc., hablar de ser comedido, de usar el dinero inteligentemente, suena a herejía, a traición a un supuesto espíritu de la temporada, a pretender nadar contracorriente.

Y resulta que las virtudes deben vivirse todos los momentos y estaciones del año, no son optativas según avance el calendario. Por supuesto que cuesta entender esto en una etapa de la historia en la que se da más importancia a los sentimientos que a la razón y en la que se aboga por dejarse llevar por lo que manda “el corazón” y no por lo que nos hace ver la cabeza.

El imaginario popular nos ha hablado desde hace tiempo de la llamada “cuesta de enero”; de la incertidumbre que asalta a la mayoría cuando debe enfrentar el pago de las cuentas o el inicio del año escolar de los hijos. Pero el problema no es la “cuesta de enero”, sino la “bajada de diciembre”. Porque el derroche de hasta lo que no tiene resulta similar a dejarse deslizar por un tobogán o a bajar sin frenos una de las muchas cuestas de Tegucigalpa. Al final, hay que bajarse del tobogán o del automóvil y poner los pies sobre la dura tierra. Y ahí comienzan los ayes, los suspiros, los lamentos.

Por eso es que el ejercicio de virtudes como la sobriedad, o la austeridad, o la moderación, es tan necesario todos los meses, todos los días del año. Pero se amerita más la reflexión sobre ellas, en estos días en los que pueden resultarnos poco simpáticas, incómodas.