Cuando logramos detenernos un poco, respirar profundo y observar detenidamente lo que tenemos y a quienes tenemos a nuestro alrededor, caemos en cuenta que la prisa con la que estamos viviendo nos impide reconocer las cosas buenas con las que contamos y, sobre todo, la gente extraordinaria con la que convivimos, tanto en la familia como en el trabajo y en la vida social.
Puede pasarnos que, así como engullimos rápidamente un manjar sin disfrutar plenamente de él, convivamos durante largos períodos de tiempo con hombres y mujeres a los que nunca hemos mirado a los ojos, e, incluso, desconozcamos su nombre. El hecho mismo que no sepamos como se llama el guardia de la empresa con el que nos topamos cada mañana, o la señora que asea y que hace habitable el sitio de trabajo, es un indicador de que vamos de prisa. Y, como somos una unidad psicobiológica y social, y, por lo mimo, no actuamos de manera “compartimentada”, terminamos por ignorar a muchas otras personas con las que coincidimos en diversos momentos y distintos espacios de nuestra existencia.
Lo peor es que, los malos hábitos, invaden también el ámbito familiar, y entramos y salimos de la casa sin saludar o sin despedirnos y tampoco nos alcanza el tiempo para mirar a los ojos a la esposa o a los hijos, y menos para interesarnos como están por dentro, como andan de alegrías o de penas.
De ahí que, los días que tengamos libres esta semana, debemos aprovecharlos para detenernos, respirar profundo y observar detenidamente a los que tenemos a nuestro alrededor y dedicarnos a “perder el tiempo” con ellos. No habrá tiempo mejor empleado ni aprovechado. Procuremos meter el freno a fondo y no beber el café a la carrera sino disfrutar cada sorbo, sentémonos alrededor de la mesa, como no podemos hacerlo en los días de trabajo de una semana ordinaria, y hagamos un esfuerzo sobre todo por escuchar. Una de las víctimas habituales de la prisa es, justamente, la escucha. Y la falta de escucha lleva al aislamiento y a creer que somos autosuficientes o que solo nuestros problemas son importantes.
Los días de descanso, tan importantes para los seres humanos, y, por lo mismo, innegociables, con las herramientas tecnológicas corren el riesgo de corromperse. No es tiempo para responder correos atrasados ni contestar WhatsApps inoportunos. El cuerpo y la mente son como una cuerda, que si no se deja de tirar de ella se rompe. Y, lo he dicho y escrito mil veces, no somos islas; por el bien nuestro y el de los que nos rodean, vayamos sin prisa estos días y disfrutemos pausadamente, sobre todo, a la familia