Impuesto vecinal, impuesto sobre la renta, impuesto sobre ventas y el nuevo y famoso impuesto de guerra, todos estos impuestos deben pagar los hondureños para vivir en este país o mejor dicho sobrevivir, ya que son pocos los que gozan de solvencia económica para lograr disfrutar de la vida sin deudas, y los que no, hacen un intento de vivir con lo mínimo que ganan.
Y para colmo de males se suma otra salida de dinero: los secuestros, problema que deriva de la falta de empleo y la delincuencia que cada día se acrecienta más y más. Los delincuentes han encontrado en los secuestros una actividad que genera grandes ganancias y que a diferencia del narcotráfico y el robo constituye un peligro menor. ¡Es inconcebible que le pongan precio a nuestras vidas y se nos trate como artículos! Y si gozas de riqueza eres el blanco perfecto para ser secuestrado, ¿será que ya no hay que aspirar a mucho?, bien dice el dicho: tanto tienes tanto vales, aunque ahora los secuestradores hacen caso omiso a ese dicho, y la clase pudiente ya no es la que corre el mayor peligro de ser secuestrado, porque en seguridad es en lo que más invierten, y los delincuentes entonces ven en la clase media un objetivo más fácil, puesto que saben que en comparación con la clase rica los anteriores no poseen mucho, pero que por amor los familiares harán lo que sea para conseguir el dinero y pagar el rescate; sin embargo, ¿qué tan confiable es la palabra de un secuestrador? a los familiares no les queda de otra que arriesgarse y confiar en que al pagar el rescate liberarán a ese ser querido, y si no es así causan mucho daño a la familia del secuestrado, puesto que la mantuvieron en zozobra, la dejan en crisis económica y con un gran dolor por la pérdida irreparable del ser amado.
Nadie está exento de ser víctima de un secuestro. ¡Ten cuidado! porque no sabes si alguien te mira o te vigila para colocarle precio a tu vida.