Hace dos años, casi justo con el inicio de la columna “Reflexión y cambio”, mencionábamos lo siguiente: “Y les dio esta bendición: ‘Quiero que se reproduzcan, quiero que se multipliquen, quiero que llenen la Tierra y la pongan bajo su dominio’ (Génesis 1:28a TLA). Esa sentencia (“bajo su dominio”) no significa que tenemos derechos sobre la Tierra o que Dios nos la dio en propiedad para someterla como se nos dé la gana hasta llegar al extremo, incluso, de destruirla. ¡Para nada! La Tierra y sus habitantes siguen siendo de Él (el Creador). Por lo tanto, eso nos convierte en administradores de algo que no es nuestro”.
A consecuencia de ello, dimos referencia de algunas acciones, pequeñas, decíamos, pero grandes en resultado. Y anexamos acá: que deberíamos recordarlas siempre y, por supuesto, llevarlas a la práctica para poder cumplir con esa ordenanza citada arriba, y para hacerlo de buena forma. Estas eran las acciones que aludíamos:
No tirar desechos caseros al aire libre (especialmente los de plástico, vidrio o aluminio porque no son biodegradables). No tirar pinturas, diluyente o pesticidas en el drenaje o el bote para residuos. Reciclar siempre que podamos. Evitar el uso de aerosoles. No quemar la basura. Minimizar el desperdicio de comida y de agua. Tratar de ahorrar energía lo más que se pueda.
Ahora bien, la pregunta es la siguiente: ¿hemos puesto en práctica estas acciones? Pensemos por unos segundos. Autoevaluémonos. ¿Qué tal nos fue? Hace poco, leyendo un pequeño libro que se llama Nuestro pan diario, encontré las siguientes palabras escritas en un marcador: “No te conformes con leerlo. ¡Vívelo!...”. El autor que las trajo a colación sabía que con mucha facilidad absorbemos información sin actuar al respecto.
La lectura periódica es una práctica digna, pero no es un fin en sí misma. Si estamos leyendo solo por leer, sin reflexión, y, mucho menos, sin acción, no estamos haciendo nada. Jesús dijo: “Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24 NVI).
Por esta razón, en este nuevo año que comienza, donde, por lo general, se piensa en lo que se dejó atrás: momentos buenos por los que debemos dar gracias a Dios y momentos malos que nos trajeron aprendizaje. Pero donde también se hacen muchos planes: ahora es un nuevo comienzo, un buen momento para empezar de nuevo y levantarse dejando atrás lo que nos afligió o lo que nunca fue.
Que ese “lo que nunca fue” no se vuelva a agrandar en nuestra vida en este nuevo año. No nos conformemos con solo leer o acumular teoría. ¡Practiquémoslo! ¡Actuemos al respecto! La creación nos lo agradecerá. Nosotros mismos lo agradeceremos. Los demás lo agradecerán. Recordando siempre que todos nosotros, sin excepción, vivimos constantemente relacionándonos con la creación, con los animales, las plantas, las aguas, los suelos, las personas. Por ende, si nuestra relación con esta creación es deficiente, la forma de comportarse de ella también lo será.