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Política industrial de Estado

  • 16 enero 2023 /

Con el avance de la globalización, cada vez las cadenas de producción tienen más complejidad, por lo que, entre la materia prima y el final, hay diferentes pasos de transformación.

Entre más componente nacional (valor agregado o proporción local) es el mayor interés del Estado de salvaguardar. Los porcentajes no deben exceder el de valor agregado local multiplicado por la salvaguarda pretendida, ya que cualquier excedente ira directo al bolsillo del beneficiario.

Otra forma de protección es constituir monopolios u oligopolios dirigidos bajo los productores locales. Para esto se crean restricciones a la importación o transformación, con la idea de garantizar un mercado al producto local (esto se da en el sector agrícola primariamente).

El fin tiene justificación, pero es conveniente que haya un análisis público de los costos y beneficios, ya que muchas veces el negocio del “productor local” no es la producción, sino la exclusividad de importación.

El tamaño de la economía (y el del mercado del producto relativo a esta) hace una gran diferencia en el impacto beneficioso o perjudicial del proteccionismo.

Esto incluye tanto la cantidad de habitantes como su capacidad productiva y de consumo. Entre mayor es el volumen, el premio del proteccionismo a la economía crece, porque el mercado interno es más importante con respecto al externo.

Economías pequeñas que tienen poca capacidad de absorber productos no servirán de base como mercado protegido para el desarrollo de un rubro. Igualmente, productos con mercado reducido (de lujo, o muy especializados) son más difíciles de proteger de forma efectiva.

En esos casos el estado puede cobrar altos aranceles por interés de lucro, pero serán inefectivos para desarrollar una capacidad propia.