Es un apostolado al servicio de los demás, con sus pilares fundamentales de informar siempre con la verdad, orientar a través de su objetividad, educar y formar opinión consciente.
Desde las aulas del conocimiento en los centros educativos está el deber de, a través del método de la enseñanza y el aprendizaje, inculcar a los educandos sobre lo delicado de esta digna carrera de Periodismo.
Y en los diferentes laboratorios de los medios de comunicación está la práctica que complementa la verdadera función de los periodistas sin máscaras, que le dan la cara al pueblo.
Por ello honran a las empresas para las cuales laboran, dignificando su labor e imagen y prestigiando al gremio periodístico. Y sabemos que de esos perfiles de mujeres y hombres son la mayoría.
Esta responsable función del periodismo integrada por su contenido: pericia, investigación y de valor para denunciar la corrupción con los elementos básicos necesarios requiere sacrificio por su entrega total a los horarios de las 24 horas del día y de noche, pues hay hora de entrada, pero no de salida y los salarios no son los más adecuados.
No obstante, estos obreros y obreras desenmascaradas no se cubren el rostro ante la sociedad y hacen que el periodismo ocupe el “primer poder”, pues la voz del pueblo es la voz de Dios, y sabemos que su labor y salario es bendito.
El resto de los periodistas, mujeres y hombres enmascarados, ocupan el “cuarto poder”, de la corrupción, y hasta son los “nuevos millonarios”, porque están al servicio de los tres poderes del Estado en un país llamado Honduras.