Si alguien tenía dudas, la designación de Marco Rubio como secretario de Estado indica que habrá una nueva política exterior en Estados Unidos. Los analistas creen que este cambio en la política exterior, de alguna manera, “puede acelerar el declive de los Estados Unidos en el mundo, con consecuencias enormes. Eso, por un lado. Otra cosa es una posible guerra de aranceles. Las barreras comerciales contra México serán un desastre. Y en el plano doméstico me preocupan dos cosas. Una es que Trump va a debilitar aún más la democracia con el uso del poder del Departamento de Justicia. No creo que pueda encarcelar a sus rivales, pero sí joderlos, hostigarlos, investigarlos, procesarlos. Hacer que gasten su cuenta bancaria defendiéndose. Otra cosa que me preocupa es la deportación masiva. Si intenta expulsar 15 o 20 millones de personas del país, la cantidad de violaciones a los derechos humanos y civiles sería tremenda (Steven Levistky, ¿Quién defiende la democracia? El País, Madrid, noviembre. 2024)”.
Tener dudas de estas posibilidades es torpe. Como también lo es creer que, cambiando el poder dominante de la región y del mundo del que formamos parte, no nos obliga a cambiar, es igualmente estúpido. O creer que el cambio es inevitablemente negativo. También hay oportunidades.
Hasta ahora, nuestra política exterior ha sido unipartidaria, incluso en el fondo, unifamiliar, rural. No ha tenido como finalidad la defensa de Honduras y los hondureños, sino que la protección de Mel y su familia. El canciller Reina, Torres –menos García, que tiene una visión profesional en este asunto- han manejado las relaciones con los Estados Unidos basados en un ejercicio de antagonismo verbal de diverso grado, con repetición de expresiones de tiempos de la guerra fría y con el objetivo de que se “respete” a Xiomara Castro.
Y no comprometa la libertad de ningún miembro de la familia Zelaya.
Es decir, tenemos una política exterior diseñada y ejecutada para defender intereses familiares, con menosprecio de los intereses generales de la nación. Algunos ejemplos: no asistencia a la Cumbre de Los Ángeles; el rechazo a la asistencia económica de USA; la incorporación forzada al CAF, fuera de la ley y con enormes costos de divisas; los votos en Naciones Unidas en contra de Estados Unidos; el rompimiento con Taiwán; apertura de relaciones privilegiadas con China; apoyo a Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia e Irán; el retiro del embajador en Israel; el abandono de la sede en Jerusalén, y el discurso anticapitalista de Rixi y Mel confirman que la política exterior es antiestadounidense.
Por otro lado, Xiomara Castro nunca se ha interesado en los inmigrantes. La atención en los consulados es sectaria, deficiente. Y la poca atención que reciben sus problemas por los “funcionarios” prueba que la política exterior, además de antagónica con Estados Unidos, no protege a los hondureños. Y solo como ejemplo final basta recordar el tratamiento de “esbirro” que le diera un representante republicano al canciller Reina para darnos cuenta del poco respeto que nos dispensan. Un canciller con más carácter habría retado al ofensor o renunciado.
Necesitamos una nueva política exterior y otro equipo, profesional. Mel, tienes “diplomáticos” leales, pero incompetentes. El servicio exterior solo tiene un embajador profesional sin grado universitario. El resto, mayoritariamente seguidores callejeros, no tienen habilidades diplomáticas.
Lo conveniente es desarrollar una política exterior tripartita y nacional que permita el regreso a la Cancillería de los embajadores profesionales y la destitución de los improvisados, que creen que basta con ser leal con Mel para proteger los intereses nacionales. La situación es grave y las decisiones son urgentes. ¡Vamos pues!
las columnas de LP