Por otra parte, algunos especulan que las cosas volverán a la normalidad en julio, siendo optimistas, pero que con seguridad será en agosto. Y otros nos comunican que el plasma de los sobrevivientes está siendo utilizado para combatir el virus en aquellos más débiles, y que estos, los sobrevivientes, van a poder decir yo conozco a un familiar o un amigo que murió por el virus. Qué de esto es verdad o un acierto y qué es mentira o una equivocación, no lo sabemos, el tiempo lo dirá.
Lo que sí sabemos, o al menos podemos llegar a saber con plena certeza, creo yo, es que la pandemia es una oportunidad, una nueva oportunidad de voltear nuestros ojos a Dios. Me decía una amiga el otro día: “Yo aquí luchando con mi niña porque de repente apareció con fiebre y nariz tapada, aquí la ando en mis brazos mientras se sienta mejor. Necesito a Dios en mi corazón, esta situación me hace ver que somos tan vulnerables y que lo único seguro es Dios”.
Y luego completó: “Aquí es donde nos damos cuenta el tipo de persona que estamos siendo y vemos que la casa, el carro, dinero o buena posición no significan nada en un trance como este, y es una sacudida para que veamos atrás y analicemos qué tanta importancia le hemos dado a Dios”.