Durante la semana pasada, España sufrió una embestida de la naturaleza que ha destruido propiedades y segado vidas. La costa mediterránea desde Girona hasta Sevilla ha sido afectada por un fuerte temporal. Valencia, especialmente su zona sur, fue dañada por el fenómeno meteorológico llamado “dana”. Dana es un acrónimo que significa “depresión aislada en niveles altos”. “Es un sistema de baja presión en los niveles altos de la atmósfera que se ha separado totalmente de la circulación general de la atmósfera, en este caso la circulación zona del oeste”. “Son potencialmente peligrosas, sobre todo a finales del verano y el otoño en la zona mediterránea, cuando la temperatura superficial del agua del mar es elevada, lo que favorece mayores desarrollos nubosos, lo que da lugar a lluvias más fuertes, que en este caso han provocado severas inundaciones”.
Todo el día martes 29 por la mañana llovió, pero nadie esperó que en la tarde arreciaría y se producirían inundaciones, especialmente en la rambla del Poyo, que normalmente es lo que aquí llamamos una “quebrada seca” que nunca tiene agua. La peor falla es que los sistemas de alerta se retrasaron. La población se confió y los daños son enormes en la zona sur de la ciudad de Valencia, especialmente en 68 municipios cercanos a este sector. Los vehículos, el peor refugio. Los muertos más de 250 e, incluso, algunos hondureños aparecen como desaparecidos. Muchas personas fueron sorprendidas en centros comerciales, en garajes de estacionamiento y algunas, incluso, murieron dentro de sus vehículos.
El dolor de España es indescriptible. La solidaridad que se ha volcado hacia la región valenciana; sin embargo, no es suficiente para paliar el sufrimiento que, además de las víctimas, ha provocado la destrucción de vehículos, edificios, puentes, vías férreas y carreteras. Por ello hemos visto la intensa actividad de los vecinos, el apoyo de los voluntarios y los órganos de la generalidad valenciana, que apoyadas por la contribución de otras regiones se han dedicado en el curso de estos días a reparar los daños. Coincidente con el carácter fogoso de los españoles, no han tardado las críticas y las protestas contra el Gobierno. Y se han dirigido a los sistemas de alerta, que son responsabilidad del sistema público. Y aquí la han emprendido algunos en contra del gobierno de Pedro Sánchez y de Mazón, presidente del gobierno valenciano.
Si predecir el tiempo es solo confiable en términos de tres días en las mejores circunstancias, anticipar una “dana”, convergencia de dos fenómenos que se estacionan un sistema de lluvias, es más complejo. Por ello, la incomodad de los valencianos, especialmente, irá en crecimiento y tendrán después de pasar la furia en contra de los funcionarios públicos a revisar sus sistemas de prevención general, el comportamiento individual de los ciudadanos y verificar los sistemas de seguridad de edificios, vías y sistemas naturales y artificiales de drenaje. El disgusto actual es la reacción lógica de una zona de elevado desarrollo, de pujante empuje empresarial y enorme atracción turística que, al calmarse, tendrá como efecto la dedicación de los españoles de la región del resto de la península a ampliar incluso su sistema de retención de aguas lluvias mediante los pantanos que instauró Franco para mejorar la agricultura y, además, retener las aguas que, en algunos momentos, se desbordan, como el caso que nos ocupa.
Mientras tanto, es necesario mostrar solidaridad con España. Tanto del Gobierno hondureño como la ciudadanía que tiene parientes y amigos en España, o que guarda afecto por esta nación, que es por ahora la sociedad más generosa en la atracción y atención a nuestros compatriotas inmigrantes.
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