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Lecciones ajenas

  • 21 septiembre 2022 /

Mirar con demasiada ansiedad hacia atrás conlleva el peligro que nos suceda lo acontecido a la esposa de Lot, la cual por querer saber lo que estaba sucediendo a sus espaldas, terminó convirtiéndose en una estatua de sal. Un reciente escrito del costarricense Carlos Campos Rojas, nos narra en primera persona su dolorosa experiencia de hace 36 años, cuando durante el primer mandato del expresidente Óscar Arias Sánchez, un grupo de 1,500 productores de maíz, organizados en la Unión de Pequeños Agricultores del Atlántico (Upagra) y con la participación de otras agrupaciones campesinas de Costa Rica, les tocó ser gaseados, vapuleados, tiroteados y dispersados por las fuerzas del orden, un 17 de septiembre de 1986, por el simple hecho de reclamar y manifestarse en contra de la política gubernamental que ordenaba no continuar cultivando maíz.

La decisión de Arias, según el autor, obedecía a los compromisos que el gobierno había adquirido con el FMI, en el marco de un Programa de Ajuste Estructural (PAE), que databa desde la administración anterior presidida por Luis Alberto Monge Álvarez.

La medida encaminada a terminar con “el derecho a producir” libremente los granos básicos, se le vendió al pueblo de Costa Rica bajo la propaganda que pronto “vendría una agricultura de exportaciones denominada ‘Agricultura del Cambio’, con la cual, los agricultores se volverían ricos en poco tiempo”. Demás está decir que la política mencionada fue un completo fracaso.

En ese sentido es conveniente mencionar, que la Presidenta de Honduras en su comparecencia del pasado martes 20 de septiembre del corriente, en el 77° período de sesiones de la ONU, expresó que: “Hemos planteado renegociar los tratados de libre comercio, hemos tomado la decisión soberana de invertir en nuestro desarrollo, sustituyendo importaciones, pero compitiendo en los mercados internacionales sin subsidiar los excesos de las naciones desarrolladas”. No estoy seguro que se logre renegociar el Tratado de Libre Comercio (Cafta-DR), pero sustituir importaciones es una buena política pública.