Un joven vecino nos ayudó a sepultarlo en un rincón del patio bajo un rocío de lágrimas derramado por mis hijas Vannesa e Isis. Era un terrier llamado Chito, que nos colmó de felicidad con sus caricias y saludos afectuosos en cada llegada a casa más efusivos que las expresiones propias de los humanos. Era como un miembro más de la familia que manifestaba con lamidos, saltos y ladridos lo que no podía expresar con palabras hasta que una imprudente conductora lo atropelló frente a nuestra casa. Para sustituir, en lo posible, a Chito adoptamos a Gina, una cachorra de su misma raza que ahora mitiga el recuerdo ingrato del trágico percance.
Una historia más alegre es la de Confite, un chucho sin pedigrí, famoso en la comunidad de Jicatuyo, en el municipio de Colinas, Santa Bárbara, por su apego tan intenso al dinero que cierta vez “robó” la cartera a un descuidado bañista, quien había dejado su ropa a orillas del río. Para comprobar si eran ciertas las peripecias que contaban del can fuimos a buscarlo a su aldea. Lo encontramos en una agreste milpa acompañando a su amo José Paz e inmediatamente que lo identificamos lanzamos un billete de veinte lempiras en medio de la maleza. Como si una avispa lo hubiese picado, Confite salió desesperado olfateando por todos lados hasta que halló el billete. Fue necesaria la intervención de don José para quitarle el dinero que tenía fuertemente aprisionado entre los dientes. Luego, en casa de la familia Paz comprobamos que la mascota era capaz de encontrar un billete por muy oculto que estuviera, el cual no soltaba si no le daban un pedazo de su pan preferido, como si estuviese pagando por sus gustos.
Estaba recién nacido Confite cuando sufrió un severo ataque de sarna que lo dejó desfallecido. Creyendo que estaba muerto, una hija de don José lo llevó a enterrarlo a la ribera del río Jicatuyo. Por suerte, una persona que pasó por el lugar vio que algo se movía debajo de la arena y logró rescatar al animalito, pero como no sabía quién era su dueño lo dejó allí mismo. Tremenda sorpresa se llevaron los Paz cuando lo vieron llegar tambaleante a la casa como un resucitado. Después de bañarlo lo recuperaron paulatinamente a base de inyecciones. Sin embargo, no esperaban que aquel endeble cachorro, con el tiempo, se convirtiera en un superperro, amante del pisto como de sus amos.
Ante tanta lealtad canina no nos explicamos cómo se dan sucesos de odio contra estos seres carentes del raciocinio humano, como el caso del policía que mató de un disparo a Tobi en Choluteca porque ladraba para evitar que a su joven dueño se lo llevara detenido el gendarme. Allí, Tobi dio un ejemplo de que los seres de su especie son leales hasta la muerte.